Editorial ABC
La «nueva» democracia vasca
La derrota policial de ETA ha dado paso a una sociedad resignada a la hegemonía nacionalista, como si tuviera que compensar políticamente al PNV por el fracaso terrorista
El constitucionalismo vasco obtuvo el pasado 12-J los peores resultados electorales en unas elecciones autonómicas desde 1980. PSOE, PP, Ciudadanos y Vox sumaron solo el 31,2 por ciento de los votos. Si se desglosan los datos de los socialistas y los populares en las últimas décadas, las tendencias son desalentadoras. El PSOE ha pasado de veinticinco escaños en 2009 a diez y ha reducido sus votos a menos de la mitad. El Partido Popular mantiene una caída constante desde 2005, cuando obtuvo quince escaños, frente a los diecinueve de 2001, hasta llegar a los seis de los últimos comicios autonómicos. Los resultados de la coalición liderada por Carlos Iturgaiz no son una sorpresa en la tendencia de su partido, el cual, además, no tuvo que lidiar con un Vox fuerte en las convocatorias anteriores.
Las razones por las que se ha llegado a esta paradójica situación en la que la derrota de ETA premia a quienes menos hicieron por ella (PNV) o a quienes hicieron todo lo posible por evitarla (EH Bildu) convergen en la peculiar actitud de la sociedad vasca frente al terrorismo. Mientras ETA mataba, existía entre los no nacionalistas un sentimiento de resistencia cívica y cohesión en lo esencial, por encima de siglas. Aunque pocos socialistas lo recuerden, el único lendakari estatutario del PSOE fue Patxi López, gracias a los votos del Partido Popular. La derrota policial de ETA ha dado paso a una sociedad resignada a la hegemonía nacionalista, como si tuviera que compensar políticamente al nacionalismo por el fracaso de la estrategia terrorista. Muchos han creído que con la derrota de ETA el constitucionalismo también debe pasar página. Además, el PNV y el socialismo han girado a nuevos rumbos, con distinto resultado. Mientras el PNV ha convencido a votantes no nacionalistas de su condición de partido de orden, útil y moderado frente a los herederos de ETA, los socialistas han pagado muy cara su táctica de legitimar a EH Bildu como interlocutor válido. Al retirar el veto moral de no condenar a ETA, los socialistas han mandado a muchos de sus votantes al PNV o a la abstención; y a otros los han liberado de escrúpulos para votar opciones más extremistas, como Podemos o la propia Bildu. Resultado: el Parlamento vasco más nacionalista de su historia.
Tampoco hay que olvidar que más de cuarenta años de violencia terrorista y acoso social acaban reconfigurando una sociedad en términos electorales. El exilio de decenas de miles de vascos constitucionalistas no ha sido en balde. Este es el éxito de ETA y el beneficio del PNV: haber purgado el País Vasco de buena parte de sus disidentes, reducir los que quedan a una minoría y disfrutar de la nueva democracia vasca, en la que no votan ni los muertos ni los exiliados.