Las dos negaciones de Rivera

Albert Rivera ya no es novísimo, por tomar el adjetivo de José María Castellet para sus poetas. Pero sí es uno de los jóvenes taxidermistas que quieren disecar a Mariano Rajoy. Vivo o muerto. El líder de Ciudadanos, oratoria al margen, sigue teniendo dos cualidades principales: a) No es Pablo Iglesias, b) No es Rajoy . Dos negaciones lo encumbran. W.C. Fields tiene en nuestra temporada interminable de elecciones más vigencia que en su tiempo: «Demonios, yo nunca voto por nadie, voto en contra de alguien». Al delegado del Gobierno en Andalucía no le gustaba (lo dijo durante los comicios autonómicos) que el futuro de su comunidad lo decidiera «un político que se llama Albert» . Es inquietante que Susana Díaz pueda parecer mejor que Pedro Sánchez y que Albert Rivera parezca mejor que lo que ha gobernado.

Pidió el otro día en Vigo votar al PP, PSOE o Podemos. «Si creen que son más ejemplares que nosotros», dijo. Es verdad que a Ciudadanos le surgen cosillas ( en Murcia por ejemplo ), pero no tienen el pecado original del PP. Un día planteó una «reforma exprés de la Constitución». Supongo que un representante de la política exprés no puede pedir otra cosa. La carrera de Albert Rivera ha sido fulgurante. También en el despliegue de insultos contra su persona. Ha pasado de Naranjito a Falangito y, si hiciéramos caso de Monedero, a Farlopito . Pero el querría ser Bisagrito. Ahora clama por un 1% más de voto que lo haría decisivo.

Los insultos del PP han acabado elevándolo, cuando no era más que elocuencia, novedad y formas aseadas. Se ajusta bien a aquello que escribió Baroja: «Una buena idea de sí mismo es la base de muchas superioridades del mundo… Lo primero que hay que hacer es tener confianza en uno y sus condiciones, tanto en las verdaderas como en las falsas».