Editorial ABC
Navalni, una investigación imprescindible
El régimen de Vladímir Putin tiene ya un largo historial de aniquilación criminal de disidentes, periodistas críticos y enemigos políticos
En condiciones normales, es decir, si Rusia estuviese gobernada por un régimen homologado internacionalmente, las circunstancias en las que se produjo la intoxicación del dirigente opositor Alexéi Navalni habrían sido esclarecidas con diligencia y exactitud por las autoridades de Moscú, porque la primera obligación de un gobierno es la protección de todos sus ciudadanos. Pero el régimen de Vladímir Putin tiene ya un largo historial de aniquilación criminal de disidentes, periodistas críticos y enemigos políticos, y si hubiera querido despejar cualquier sospecha de su intervención en este acto, que como han podido demostrar las autoridades alemanas ha sido un envenenamiento premeditado, estaba en su mano hacerlo ordenando una investigación exhaustiva. Lejos de esa actitud, la displicencia con la que ha autorizado su traslado a Alemania, sabiendo perfectamente que los médicos determinarían claramente que se ha tratado de un envenenamiento criminal, se convierte en un gesto de desprecio hacia el resto del mundo. Es como si Putin en lugar de tratar de esconder el intento de asesinato se estuviera jactando de ello haciéndolo público, sin el menor pudor.
Todo lleva a pensar además que para Putin se trata de un mensaje destinado a cualquiera que se viera tentado de alentar en Rusia un movimiento de oposición democrática, como el que ha comenzado en la vecina Bielorrusia. Pero la comunidad internacional tendrá que hacerle llegar también el mensaje de que en el mundo civilizado estas actitudes son intolerables en todo caso y que los comportamientos mafiosos como este no pueden ser admitidos.