Miradas sobre la pandemia

UE, Covid-19 y responsabilidad nacional

La catedrática de Derecho Internacional escribe en ABC: «¿Como explicar a los "virtuosos" que ahora pedimos que nos den más dinero de ese que ellos no han gastado o han ido ahorrando?»

Vídeoconferencia entre miembros de la UE AFP

Natividad Fernández Sola

En Bruselas se respira desde hace semanas un aire viciado; y no sólo por la Covid-19 , que también, sino por el aparente callejón sin salida al que se enfrenta la Unión Europea.

El pasado 5 de mayo, el TC alemán (BVerfG) declaraba parcialmente inconstitucional el programa de compra de bonos (PSPP) del Banco Central Europeo (BCE) y ponía en jaque al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, «exigiéndole» que aclarara la proporcionalidad de los objetivos perseguidos y «amenazando» con la no participación del Bundesbank en la puesta en práctica de las decisiones del BCE relativas a dicho programa. Decisión que, además de interferir en el poder jurisdiccional del Tribunal de Luxemburgo, podría hacer tambalear el futuro del euro .

No es la primera vez que el TC de Karlsruhe cuestiona principios y decisiones de la UE; actitud crítica que mantuvo de forma celosa para mantener su primacía cuando de protección de derechos fundamentales se trataba y que resulta loable si con ello se persiguen objetivos más elevados. Aunque no fuera su objetivo, o sí, el reciente pronunciamiento ha facilitado las críticas del ejecutivo alemán y de la cúpula de la CDU, partido de la Canciller Merkel , a cuestionar la legitimidad del BCE para elevar la deuda europea y amortiguar, de forma indirecta, el alcance del nuevo Programa de Compra por la Emergencia de la Pandemia (PEPP) , lanzado para paliar los indeseados efectos de la pandemia sobre las economías europeas.

Tres días más tarde de ese último pronunciamiento del Alto Tribunal alemán, el Tribunal de Justicia de la UE ponía los puntos jurídicos sobre las íes, recordando su monopolio jurisdiccional para valorar la compatibilidad de los actos de instituciones de la Unión con sus Tratados constitutivos.

De todos modos, el tribunal alemán lo que cuestiona es la constitucionalidad del programa PSPP –aunque Luxemburgo ya había decidido un prejudicial promovido por el Tribunal de Karlsruhe al respecto– no su adecuación al Derecho de la Unión. Y esto nos conduce, no solo a un enfrentamiento entre tribunales sino entre Constituciones nacionales y los Tratados constitutivos de la UE, cuestionando ante los mercados internacionales la credibilidad de las instituciones comunes, en particular, del BCE y del Tribunal de Justicia de la UE; y poniendo en peligro la igualdad de los Estados miembros frente a las decisiones del Tribunal y a las normas europeas.

La Presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen , declaraba su convencimiento de las bondades del citado programa para hacer frente de forma solidaria a la situación económica derivada de la pandemia por la expansión del coronavirus que ha afectado a todos los países de la UE, por azar, o por gestión inadecuada, a unos con mayor virulencia que a otros.

Por otra parte, desde hace semanas, los Estados de la UE se han enzarzado en una nada constructiva polémica acerca de la conveniencia de dotar a los más perjudicados de fondos del presupuesto de la UE vía préstamos o vía subvenciones .

Unos, reparten magisterio moralista sobre lo que debe hacerse en términos de gestión de las finanzas públicas. Como acertadamente ha puesto de manifiesto el embajador José Luis de Yturriaga , reparten moralina algunos países como Países Bajos , ejemplo poco constructivo de 'dumping' fiscal, seguido por Irlanda que se beneficia de las ganancias de las grandes multinacionales, vía Ámsterdam, para que acaben en paraísos fiscales. Estas evasiones de facto de ingresos en buena medida procedentes del IVA, priva a los presupuestos de la UE de unos ingresos que los países más débiles económicamente pero respetuosos con el tratamiento fiscal debido a empresas y ciudadanos pueden ven necesarios.

Ante ellos, los meridionales; para la mentalidad protestante, dilapidadores, laxos y pedigüeños permanentes a los virtuosos nórdicos. Unos países que, comenzando por Grecia , llevan más de una década arrastrando problemas financieros, de deuda pública y excesivo déficit. En este grupo, no sólo están Italia y España , acompañando a Atenas, también Francia , quien, desde la anterior crisis financiera ha venido pronunciándose en contra de la ciega austeridad y la mayor solidaridad. Sin embargo, la actitud de algunos de estos países, hace difícil políticamente presentar sus reivindicaciones. Si Grecia ocultó la verdad de sus cuentas, España se presenta con una hoja de servicios de auténtico despilfarro de unos viernes pre-electorales que implicaban alegres repartos de dinero en busca del voto y de la consolidación de unas alianzas políticas del alto coste para el país. A todo aquello, se ha unido una pandemia, gestionada con indecisión, bisoñez y falta de rigor científico. ¿Como explicar a los «virtuosos» que ahora pedimos que nos den más dinero de ese que ellos no han gastado o han ido ahorrando?

En realidad, como señalaban el pasado sábado el Alto Representante y Vicepresidente de la Comisión, Josep Borrell , y la Ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya no se trata tanto de un debate Norte-Sur; no, se trata más bien de una aplicación de conveniencia de la ley del embudo. Ante desafíos globales, los Estados se refugian en soluciones nacionales, a veces incluso, de ámbito territorial más reducido. Todas las crisis económicas de la historia, desde la de 1929 se han saldado con vueltas al proteccionismo casi generalizadas. Parece que el mundo occidental todavía no haya aprendido que cuando caen rayos no hay que colocarse bajo un árbol , ni bajo una débil estructura ante un terremoto. Son necesarios cimientos sólidos que sólo la unidad proporciona. Y esto falta entre los países del viejo Continente; falta estrategia conjunta, acciones concertadas, economías de escala para la adquisición de productos sanitarios, investigaciones conjuntas para evitar duplicaciones costosas y estériles. ¿Alguien recuerda la creación de un Mecanismo Europeo de Protección Civil y de la consiguiente capacidad europea de respuesta ante emergencias?

Falta liderazgo en Europa y sobran nacionalismos estrechos. Decía D. Eisenhower que el liderazgo requiere de visión, para ver el bosque donde otros no ven más que árboles, e innovación entendida como el sentido de la oportunidad en el tiempo y la voluntad de poner en práctica una nueva idea; una innovación basada en el conocimiento que es cualidad esencial de los líderes exitosos.

Por una vez, las instituciones de la UE parecen moverse al unísono, con la lección aprendida de la crisis financiera que se desató en 2008 y nos ha consumido durante una década. No se puede decir que haya falta de coherencia o diversas hojas de ruta entre ellas.

Acabamos de celebrar el Día de Europa , coincidiendo con la fecha del final de la Segunda Guerra Mundial. Celebración totalmente eclipsada por los debates de bajo vuelo de la mayoría de los líderes nacionales. Penosa imagen de Primeros Ministros absolutamente ignorantes de los valores y objetivos que se propusieron los «padres de Europa» en aquellas aciagas fechas de guerra y destrucción. No se puede pedir a la UE lo que sus Estados le niegan, comenzando por un presupuesto que apenas llega al 1% del PIB medio, y luego ocultar sus errores o incapacidades cargando la culpa a Bruselas. Incluso amenazar con que, no satisfacer sus peticiones, puede significar un duro revés para el proyecto europeo. Todo ello mientras, en la sala contigua sus ministros rechazan incrementar el presupuesto de la Unión a un tímido 1,114% del PIB como proponía la Comisión Europea.

Y nos vienen a la mente las palabras de uno de los padres de Europa, el francés Jean Monnet , cuando en sus memorias reflexionaba: Cuando los hombres se encuentran ante una situación nueva, se adaptan y cambian. Pero, mientras tienen esperanza en que las cosas puedan seguir tal como estaban o ser objeto de un compromiso, ya no escuchan con agrado las ideas nuevas.

* Natividad Fernández Sola es catedrática de Derecho Internacional y profesora 'Jean Monnet' de la Universidad de Zaragoza.

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