Rosa Belmonte
Mujeronas
Indira Gandhi fue asesinada cuando se estaba rodando «El honor de los Prizzi». Una mañana, Laila Nabulsi, que había sido la prometida de Hunter S. Thomson y en la película de Huston era ayudante del productor, llamó a la puerta de Jack Nicholson para avisarle de que lo esperaban en el plató. Laila preguntó a Jack si se había enterado del magnicidio. Según cuenta Anjelica Huston en sus memorias, asomó la cabeza por la ventana y, ya metido en el papel de Charlie Partanna, gritó: «¡Mujeronas!». Cada vez que Rita Barberá convoca una de sus ruedas de prensa y empieza a hablar me dan ganas de gritar ¡Mujerona! Como Nicholson. Y algo parecido me pasa cuando veo a Loreto Ochando, esa periodista de «Valencia Plaza» a la que Ferreras está haciendo famosa. Sus intervenciones son lo más divertido que se ha visto en la televisión en mucho tiempo. La chica es como la Nines de «La que se avecina» pero sin guión. A Rita y a Loreto no las manda a fregar ni Chuck Norris.
Rita Barberá está a punto del «Me están llamando corrupta, corrupta. A mí. Sin ser yo nada de eso»
Si no contamos la llegada al Senado, donde ha pedido respeto como si fuera Aretha Franklin, Rita Barberá ha tenido su última actuación tras la transcripción de la charla entre María José Alcón y su hijo. María José Alcón parece una de esas vecinas de Valencia que salían en «Callejeros». La que se ponía impermeables y bolsas de plástico en la cabeza porque decía que la otra la rociaba con orines y productos químicos. «Está diciendo puta, puta, puta. A mí. Sin ser yo nada de eso». Rita Barberá está a punto del «Me están llamando corrupta, corrupta. A mí. Sin ser yo nada de eso». No es sólo por esa pinta maravillosa que gastaba ayer con perlas encima del pañuelo (mujer, o una cosa o la otra); no es sólo por esa pinta, digo, pero cuantos más vicesecretarios escucho, más me gusta Rita.
La senadora es como un ovni. Con ella hace falta el cartel de «Expediente X» que ya salió en el episodio piloto de la serie. Ese en el que se veía un platillo y la frase «I want to believe». Quiero creer. Porque para muchos, vicesecretarios o no, es difícil creer que Rita, que tanto ha gastado por Valencia o en el Claridge’s, no esté implicada en alguno de los casos de corrupción. Pero Pantani no se dopó en 1999. Fue la Camorra, amenazando a un médico, la que consiguió expulsarlo del Giro manipulando sus análisis (su nivel de hematocrito era del 51,9%, superando el 50% permitido por la UCI).
En Australia la policía ha decomisado un conejo después de que sus dueños intentaran hacerlo pasar por un cerdo de Guinea. En Queensland hay normas estrictas acerca de poseer conejos como mascotas, igual que pasa en China con los hijos de más.
Juan M. Zafra recordaba el otro día en Twitter un fragmento de George Orwell en «Recuerdos de la guerra de España» (Debate): «Recuerdo haberle dicho alguna vez a Arthur Koestler que la historia se detuvo en 1936… Ambos estábamos pensando en el totalitarismo en general, pero más particularmente en la Guerra Civil española. Muy joven ya me di cuenta de que los periódicos jamás informan correctamente sobre evento alguno, pero en España, por primera vez, vi reportes periodísticos que no guardaban la menor relación con los hechos… Vi cómo se daba cuenta de grandes batallas donde no había habido el menor enfrentamiento y se silenciaban casos en que cientos de hombres habían perdido la vida. Vi tropas que habían peleado valerosamente y que eran tachadas de cobardes y traidoras…».
Quizá Orwell vería hoy casi lo mismo (pero habría que añadir la televisión). Y mujeronas a las que hacen pasar por conejos malignos.