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Una raya en el agua

Moncloa bien vale un ridículo

¿Quedará algún español, incluido Pablo Iglesias, que pueda fiarse de la palabra de Sánchez?

Ignacio Camacho

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Lo más llamativo es la desfachatez, el cinismo para no sonrojarse. Desde la noche del domingo, cuando el escrutinio le cantó el éxito «redondo» de su jugada maestra, Sánchez era perfectamente consciente de que se iba a tener que tragar la célebre declaración sobre el ... insomnio que le producía -a él «y al 95 por ciento de los españoles», había añadido para mayor recochineo- la idea de tener a Iglesias de vicepresidente. De que iba a haber rechifla general cuando se comiese su veto con habitas y Chianti, como se zampaba su menú de caníbal Hannibal Lecter. Ayer se debió de tomar una caja de barbitúricos para dormir y otra de antiácidos para mantener la sonrisa cuando el hombre que no le dejaba conciliar el sueño le dio un abrazo mientras en el país estallaba el jolgorio a cuenta de su vigilia en ese también célebre colchón monclovita, que acaso vaya a ser el único elemento del palacete que no tenga que compartir con su flamante socio. Moncloa bien vale un ridículo. Ande yo caliente y ríase la gente.

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