Ignacio Camacho
Milicia bolivariana
El fichaje del antiguo jefe del Ejército confirma que Podemos es una destilación ideológica natural del zapaterismo
Zapatero era de Podemos, pero no lo sabía. Acaso todavía hoy siga sin saberlo, o sin asumirlo, a pesar de sus claros síntomas de sintonía ideológica. Pero casi todo lo que Podemos defiende o postula estaba de manera embrionaria en la síntesis del zapaterismo como variante adolescente de la izquierda postsocialdemócrata; muy especialmente el cuestionamiento de la Transición como mito de referencia del sistema democrático español y el retorno memorial a la legitimidad republicana. El 15-M era una destilación zapaterista formulada, paradójicamente, contra el ZP pragmático que las circunstancias le obligaron a ser al final. El presidente de 2004 habría suscrito o visto con simpatía la mayoría de las proposiciones de la Puerta del Sol, y tal vez hasta se hubiese presentado en su acampada. Sus mandatos estuvieron, hasta la epifanía de mayo de 2010, impregnados del espíritu de ruptura que acabó cuajando en torno a Pablo Iglesias y su grupo universitario. En el fondo siempre pareció soñar con una especie de nuevo proceso constituyente que clausurase bajo su liderazgo las bases del régimen.
Es desde esta perspectiva como cabe entender el fichaje por Podemos de quien fuera jefe del Estado Mayor del Ejército en la última legislatura socialista. El sonriente Mago de la Moncloa era famoso por sus iluminadas dotes para la selección de personal: reclutaba sus colaboradores con una contrastada intuición para lo estrambótico. El general José Julio Rodríguez era el hombre perfecto para dirigir las Fuerzas Armadas a las órdenes de un autoproclamado pacifista que había retirado a las tropas de Irak y nombró ministra de Defensa a Carmen Chacón para que presidiese embarazada los desfiles. Su acción de armas más célebre consistió en dejar marchar con el rescate recién cobrado -y pagado por el Estado, faltaría más- a unos piratas africanos que habían secuestrado un barco; todavía tiemblan de rabia los militares que esperaron con el dedo en el gatillo unas órdenes que jamás llegaron. Rodríguez prometió defender como soldado la Constitución que ahora quiere liquidar como político. Pero en realidad, considerando quién lo nombró y por qué, no es él quien se ha movido de sitio.
Son piezas que encajan. Mientras el PSOE actual busca el camino de retorno a la socialdemocracia, la izquierda que Zapatero aglutinó desemboca de manera natural en el proyecto radical del podemismo. No se trata de asteroides políticos de órbita extraviada sino de un proceso fluido de continuidad ideológica en el que el mayor desubicado quizá sea aún el expresidente, atrapado como Al Pacino por su pasado contradictorio de precursor en lucha con sus propias percepciones. Pablo Iglesias embalsa con pragmatismo ese río que busca cauce. La incorporación de un jefe militar es la guinda de su verdadero designio: una milicia de confianza constituye la premisa angular de un buen bolivariano.