Editorial ABC

El miedo crece y el Gobierno, de perfil

Pedro Sánchez, ahora de vacaciones, no va a cejar en su empeño de convertir nuestro país en un paraíso de la agitación y la propaganda, aunque el miedo crezca por días

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El Gobierno vasco, el primero en ser exonerado del cumplimiento de fases de superación del virus y el más privilegiado por el Gobierno de Sánchez en la desescalada, anunció ayer que esa autonomía está ya inmersa en una segunda ola de la pandemia. La situación socio-sanitaria y los contagios en el País Vasco empiezan a ser más que preocupantes, igual que ocurre en otras comunidades, como Cataluña o Aragón. Distintas autonomías observan cómo sus ambulatorios se sobrecargan, con el riesgo añadido que suponen la euforia típica del ocio en periodo estival y la irresponsabilidad de ciudadanos que incumplen las normas elementales para evitar contagios. De hecho, la Consejería vasca de Sanidad ha admitido de forma fehaciente lo que no ha reconocido aún el Gobierno de Sánchez, y es su miedo real a que la respuesta al coronavirus vuelva a descontrolarse. Autonomías como Galicia ya han recurrido a regular la identificación de miles de visitantes, y poco a poco el miedo se extiende por España. Los infectados vuelven a contarse por miles, las hospitalizaciones por cientos, y los nuevos focos de contagio se han convertido en una amenaza. Y en este contexto, donde España vuelve a ser considerada un peligro para algunos países de Europa que imponen restricciones severas para nuestros nacionales, el presidente se marcha de vacaciones negando la evidencia de que podemos situarnos ante otro colapso. El descontrol de miles de temporeros llegados a España que se rebelan contra cualquier imposición de confinamiento preventivo es solo la punta del iceberg. Ojalá no sea así, pero el riesgo comienza a ser notable.

Sánchez ha pasado de presentarse como un controlador exclusivo de todo, como un rastreador universal y providencial del virus en su «indispensable» estado de alarma, a desentenderse por completo, declinando cualquier responsabilidad en las autonomías. Y todo ello, sin aprobar una sola norma que aclare cualquier disyuntiva interpretativa de la ley que pueda producirse. Sánchez pasó los tres meses de alarma sostenido sobre una operación de mercadotecnia política jamás vista en democracia. Todo giraba en torno a su figura, y de ahí el diseño de esas comparecencias televisivas interminables. Sus «aló presidente» sin respuesta a las preguntas que se le formulaban, y las comparecencias sistemáticas de sus «expertos», se convirtieron en un mantra propagandístico para encubrir sus errores o para ocultar la verdad a la ciudadanía. Este Gobierno ha tardado cinco meses en admitir que la cifra de muertos supera los 40.000 y eso no es baladí. En cambio, todo en La Moncloa son teatrales aplausos de ministros sumisos. Sánchez, ahora de vacaciones, no va a cejar en su empeño de convertir nuestro país en un paraíso de la agitación y la propaganda, aunque el miedo crezca por días.

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