Rosa Belmonte
Mercedes
Ana Camelo, De Podemos, está en la misma trinchera que los que linchan a Marta Rivera de la Cruz. La del pensamiento cejijunto
Lo malo de las mujeres adelantadas es que ponen en evidencia a las retrasadas. Recordaba ayer Ruiz-Quintano que en Cádiz «los ilustrados de Podemos» retiraron de la calle el busto de Mercedes Formica, de quien Renacimiento acaba de reeditar su novela «Monte de Sancha». El Ayuntamiento de Kichi justificó la retirada del busto y su traslado al interior de la Fundación de la Mujer para evitarle daños, al estar en la vía pública (no consta que vayan a recoger todas las estatuas para que no les dé el relente). Excusas aparte, la concejal delegada de la Mujer, Ana Camelo, de Podemos, reconoció que había tomado la decisión por una cuestión política. «Militaba en la Falange, un partido fascista que derrotó a un gobierno legítimo. Ese no es el tipo de mujer que estamos defendiendo y por eso he quitado el busto». Por una cuestión política y, sobre todo, ignorante. Al fin y al cabo, Formica lo único que hizo fue conseguir que el régimen franquista modificase la legislación y suprimiera varias discriminaciones por razón de sexo.
Camelo está en la misma trinchera que los que linchan a Marta Rivera de la Cruz. La del pensamiento cejijunto. Igual que Chaves Nogales había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los dos bandos, Formica fue relegada por unos y por otros. Por ser señorita de cuna meneada y defensora de los derechos de la mujer. Y ahora, por estos.
Mercedes Formica (Cádiz, 1916-Málaga, 2002) fue abogada, historiadora, novelista y, sí, falangista. Joseantoniana. Cuenta en sus memorias la primera vez que oyó a José Antonio en la radio: «No somos un partido de izquierdas que, por destruirlo todo, destruye hasta lo bueno, ni de derechas que, por conservarlo todo, conserva hasta lo injusto». No sabía quién era. «El desconocido cuya existencia ignoraba, al que nunca había visto, resumía en una frase lo que deseaba para los españoles y, por supuesto, para mí». A Mercedes Formica le indignaba («es algo que llega a pudrir la sangre») que se confundiera el pensamiento de José Antonio con los intereses de la extrema derecha. «Fue la extrema derecha quien le condenó a muerte civil, en espera de la muerte física que a su juicio merecía». También cuenta en esas memorias cómo Rafael «El Gallo» recluyó a Pastora Imperio, obligándola a no llevar maquillaje y a ponerse un delantal, a permanecer en el patio cosiendo en una mecedora. Además de pegarle. Hasta que la bailaora acabó yéndose a casa de su madre.
Siendo abogada, Mercedes Formica publicó en ABC un artículo titulado «El domicilio conyugal» (7 de noviembre de 1953) a raíz del caso de una mujer a la que su marido había dado doce puñaladas. La censura lo retuvo tres meses, pero Luis Calvo se empeñó en publicarlo. En la tribuna describía la discriminación que sufrían las mujeres casadas al separarse o abandonar a sus maridos, aunque ello estuviera justificado por malos tratos. Formica proponía una reforma tanto del Código Civil como de la Ley de Procedimiento Civil. Por ser camisa vieja falangista consiguió hablar con Franco, que se interesó por la modificación. Antonio Garrigues la llamó «la Re-Formica». Ese avance legislativo de 1958 propició la reforma de 1970, que preveía igualdad de la mujer y el hombre ante la adopción, adelantándose a Francia. En una entrevista que Natalia Figueroa le hizo en 1997 en ABC se lamentaba de haber sido silenciada. «Desde la muerte de Franco hasta hoy, las personas que han tratado el Derecho Privado no han nombrado aquella reforma. Como si no hubiera existido». Los de Podemos no han sido los únicos botarates.