David Gistau

Material sobrante

Los bancos vacíos en la votación evocan el material humano sobrante que no es posible motejar de tanque exógeno entrando por la Diagonal

David Gistau

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El desprestigio actual de la democracia liberal coincide con la aspiración, otra vez en Europa, de crear sociedades totalizadas y fuertemente nacionalistas. Los antagonismos internos, la discusión, las variedades de siglas, las limitaciones legales y las confrontaciones electorales vuelven a verse como elementos debilitadores que rompen por dentro la sociedad que debería estar cohesionada por un mismo credo militante así como por una noción de destino o de redención. Por eso Podemos deshumaniza a la derecha , que ha de ser extirpada en su tránsito constituyente y que desde luego no es "gente", en la misma medida en que el independentismo no acredita la existencia de otra variedad distinta de catalanes e incluso profana su propio parlamento, degradado a coartada orgánica, para sabotear la representación de nada menos que la mitad de su sociedad.

El inconveniente con estos proyectos totales fue siempre qué hacer con el material humano sobrante. Si evocamos la Europa del XX, el inconveniente era meramente logístico puesto que su liquidación no provocaba excesivos remilgos morales. La España donde a una mitad le sobraba la otra encontró, para evacuar el material sobrante, las posibilidades purgantes de una guerra, así como del exilio adonde irían los perdedores, fueran éstos los que fueran. Antes de proyectarse al exterior ya podada de diferencias internas, la Alemania nacionalsocialista abrió Dachau para acomodar allí todo el material sobrante legado por los antojos plurales de la democracia. A veces conviene recordar que los primeros "lager" no los abrió Alemania para ejecutar el Holocausto, sino para aplicar las teorías de Carl Schmitt después de ofrecer en su parlamento liturgias de aplanamiento de la discrepancia no muy distintas de las que oficia Forcadell , aunque sí más serias. Esa Alemania, por cierto, permitiría más tarde demostrar a Inglaterra y a los Estados Unidos que también las democracias liberales son capaces de cohesionarse en defensa propia. Incluso cuando el enemigo, como ocurrió con la penetración intelectual soviética, ha logrado aprovechar para infiltrarse ese respeto a la pluralidad que es una debilidad que las dictaduras no conceden. Podemos no la concedería. La república popular catalana que se está forjando en el "putsch" de Barcelona tampoco lo haría: todo lo ajeno sería barrido con la escoba alegórica que la CUP imitó a Lenin.

Todo lo ajeno, de hecho, ya empezó a ser barrido en el secuestro del parlamento de unos pronunciados en asonada que no por ello se privan además de dar lecciones de democracia y de cultivar el complejo de superioridad moral. Al menos Tejero nos eximió de ello . Los bancos vacíos durante la votación –esqueleto de multitudes, diría Benedetti– evocan eso, el material humano sobrante que no es posible motejar de tanque exógeno entrando por la Diagonal. Qué hacer con esa gente. Insisto en que hay un problema logístico que, en Alemania, obligó a construir Dachau.

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