Tribuna abierta
Biden o el retorno de la ética
Las mediáticas y convulsas elecciones en los Estados Unidos han venido a confirmar el indiscutible triunfo de Joe Biden sobre el actual Presidente Trump. Pueden calificarse de convulsas por la resistencia del perdedor, muy mal perdedor, a aceptar los resultados pero Trump ya ha demostrado en sus primeros y últimos cuatro años cómo se puede llegar a deteriorar un país menospreciando al resto del mundo como si un pistolero del oeste se tratara. El asalto reciente al Capitolio por las hordas trumpistas invadiendo los sagrados espacios de la democracia no son más que un ejemplo del populismo barriobajero que alienta el hasta hoy Presidente. Y ahora no sé porqué el hecho me recuerda a otras hordas sobre el techo y machacando vehículos de los cuerpos de seguridad de nuestro Estado.
Sin embargo es totalmente justo afirmar que hace cuatro años ganó las elecciones a la Sra. Clinton por la clara voluntad del pueblo americano, que no siempre es coincidente con las noticias o voluntades que compramos en Europa. Nosotros desde el viejo continente y como los ciegos que querían ver, depositamos nuestras esperanzas en Hillary y se acabaron demostrando claramente falsas y erróneas porque entonces el pueblo americano estaba ya muy harto de sagas y familias políticas como si de imperios hereditarios se tratara.
La irrupción de un personaje desinhibido, ordinario e ignorante, grosero hasta lo indecible que fue capaz de recibir el mandato protocolario oficial con la americana abierta, produjo en los ciudadanos aquella sensación de haber elegido un Presidente que hablaba claro, proveniente de sí mismo y sin pedigrí político que ofrecía una imagen de proximidad que, muy al contrario indignaba al resto del mundo. Y no seré yo quien lo demonice pues en su gestión también ha habido aciertos para su país tanto en el propósito interior como en negociaciones internacionales, que una vez más Europa ha silenciado, minusvalorado o simplemente no ha querido ver, tal vez por esas antiguas posturas altivas de nuestro viejo y culto continente, y hasta claramente supremacistas.
Pero sin intención alguna de plantear un análisis político de su legado económico, social o sanitario, los norteamericanos han elegido otra opción para los próximos cuatro años, depositando su confianza en un anciano moderado con un perfil mediano cuya única carta de presentación se basa en la constancia, la voluntad y su dramático historial familiar. Debemos pensar que la balanza se ha decantado por aplicar una cierta cordura y sentido común a la dirección del país más poderoso de la tierra en unos momentos que la amenaza sanitaria y la pugna por el dominio global de los bloques de poder, necesitan sosiego, diálogo y concordia pues vivimos en un mundo al límite de las tensiones incluidas las medioambientales y no aguantará mayores esfuerzos.
Es fundamental que con capacidad de diálogo recuperemos los valores perdidos, escondidos o encarcelados por la incontrolable evolución de la tecnología y las comunicaciones que al final producen el efecto contrario con el aislamiento, la soledad y la indiferencia ante todo. Familias descompuestas, ancianos solos y abandonados, juventud desorientada y descontrolada, sistemas fallidos de educación básica y si se me permite la expresión, pasotismo general por miedo y aburrimiento. Si además todo ello se apoya en gobiernos mediocres cuajados de arribistas y aprovechados sin curriculum alguno en materia de responsabilidad social corporativa o empresarial, como ahora es el caso de España y otros países de nuestro entorno, no es difícil entender el panorama que sufre el mundo.
La evolución tecnológica de ritmo desaforado con la que van cayendo límites y fronteras está por otra parte abandonando en el camino aquellos valores humanos en los que se basa la convivencia. La familia , el diálogo, la reflexión alrededor de una mesa, la importancia de la filosofía y el pensamiento que conllevan las humanidades frente a fórmulas y alteraciones químicas que nos conducen a un desenfrenado futuro, acabará colapsando, dejando la condición humana, como si de un reducto romántico se tratara, en manos de los filósofos y los poetas.
Ante todo ello, si Biden en su moderación acompañado de una incipiente y para nosotros desconocida vicepresidenta afroamericana aunque de origen oriental, de fuerte personalidad al parecer, Kamala Harris, en complicidad con aquella parte del mundo que confía en los Estados Unidos de América, son capaces de trabajar por los valores, compartiéndolos y contagiándolos, estaremos en el buen camino para recomponer y recuperar el concepto que a mi entender es el principal que tiene el ser humano en su convivencia, como es la Ética.
Si el binomio presidencial Biden–Harris es capaz de aplicar la suficiente dosis de templanza en uno y energía en otra, el mundo lo agradecerá en un nuevo escenario de convivencia.
Bienvenida pues a nuestras vidas la Ética o al menos es lo que personalmente deseo.
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Mariano Gomá