Luis Ventoso

Del marianismo

Luis Ventoso

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Uno de mis cuñados, de cuna donostiarra, se ajusta bien al canon de lo que llaman «nobleza vasca». Va siempre de frente y embiste limpiamente a todo señuelo. En una ocasión, hospedado en nuestro piso coruñés, se cargó el cordoncillo del tapón de una bañera. El común de los mortales no revelaríamos tal menudencia; nos haríamos el longuis. Pero el honrado cuñado emergió del baño digno y contrito, confesando y esgrimiendo en su manaza la prueba del delito. Pese a reiterarle que aquello era una chorrada, no cejó hasta poner rumbo a una ferretería para reponer el tapón. Pero resultó, ay, que estábamos en Galicia. Las cosas no resultarían tan sencillas:

–Cuñado: Buenos días, quería un tapón para una bañera.

–Ferretero: Ah, un tapón. Entonces quiere un tapón, ¿no?

–Cuñado: Sí, sí, un tapón.

–Ferretero [ con parsimonia infinita ]: Bueno, hombre. ¿Y de qué tipo de tapón estaríamos hablando?

–Cuñado [ comenzando a impacientarse ]: Para la bañera.

–Ferretero [ gozándola con su víctima ]: ¿Y qué tipo de bañera sería esa?

–Cuñado [ inflándosele las meninges ]: ¿Cómo de qué tipo? ¿Hay diferencias?

–Ferretero [ ya vacilando ]: Y luego. ¿O pensaba usted que todas las bañeras eran iguales…?

El cuñado llegó a casa flipado, cabreado y con un tapón que no encajaba. Acababa de lidiar con un gallego del modelo sinuoso (también existen otros).

Y cuando Pedro despertó, el otro seguía allí

Mozart solo escribió un réquiem y se murió antes de completarlo (los melómanos notan los rellenos póstumos de Süssmayr). Mariano, en cambio, ha protagonizado ya tantas misas de difuntos que debe de tomárselas como un reguetón. Cuando Aznar procedió al dedazo, ¿quién iba a decir que se impondría el rutier gris estando allí aquel fenómeno de Berkeley apellidado Rato? Luego, tras la castaña electoral del 2008, llegó el aguirrazo . Pero la que no se resignaba es hoy concejala y escritora y el muerto manda. Cuando a mediados de enero de 2013 salta la vergüenza de Bárcenas, conspicuos analistas vaticinan que el tal Mariano no acaba el mes. El periodista más incisivo en aquella legítima denuncia vaga hoy olvidado por el ciberespacio. Mariano, ahí sigue.

En el último réquiem, Sánchez ha oficiado de organista. Como coro, los efebo-profetas de la Nueva Política, las intrigas de fuego amigo y nuestras bizarras teles al rojo vivo. En el atrio, se cotilleaba que el famoso Ibex urdía alambicadas operaciones para poner a la mítica vice en lugar del famoso tapón. Pero ahí sigue: paciencia infinita en un país demasiado nervioso, largura, ironía socarrona y algo elemental, pero que ya no menudea: sentido común.

Soy de los que creen que Mariano no es el futuro de PP, que necesita cambiar y modernizarse. Pero el fiambre va a ganar las nuevas elecciones y verá cómo la hermosa testa de Sánchez rueda simbólicamente por la escalinata de Ferraz. Al pre-presidente Pedro le ha pasado lo del cuento de Monterroso, el más breve jamás escrito: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Y visto lo que hay alrededor, casi mejor.

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