Marcar otro camino
Las mujeres apenas suponen el 7% del liderazgo mundial, pero ha sido públicamente reconocido cómo los países gobernados por mujeres son los que mejor han sabido responder a la crisis creada por la pandemia
Durante milenios el Mediterráneo ha sido un mar que crea lazos, que comunica, un mar que une, un espacio cuya historia y esencia están marcadas por el cruce de pueblos, culturas y civilizaciones. No siempre hemos estado en paz, pero siempre, geografía obliga, hemos estado juntos.
El Mediterráneo es la región donde nació la literatura, el teatro, el concepto de democracia . Una región luminosa, privilegiada por su historia, por su memoria, por su belleza, por el enorme tesoro que compartimos, pero también por esa dimensión geoestratégica. Una dimensión que desde la antigüedad la ha convertido en un gran catalizador, en un espacio central del escenario mundial, partícipe destacado de sus pasos adelante y también de sus desafíos.
Toda esa riqueza, esa gran corriente de encuentro, diálogo y progreso que nos ha traído el Mare Nostrum, es el riquísimo capital con que el Proceso de Barcelona contó para dar a luz al proyecto, ya hoy consolidada realidad, de la Unión por el Mediterráneo. Y la otra cara de la moneda, encarnada por las amenazas a la paz, formó parte igualmente de la herencia.
Hoy, 25 años más tarde, el mundo entero, también por supuesto las dos orillas del Mediterráneo, se enfrentan a la mayor crisis que hemos experimentado en muchas décadas . La pandemia de Covid-19 ha trastocado nuestras vidas, además de arrancar miles de ellas, y nuestras economías. Nos ha situado cara a cara con nuestra fragilidad y puesto a prueba nuestra resiliencia. Ha mostrado las enormes brechas de desigualdad que padecemos, ya no sólo entre países, sino en el seno de nuestras propias sociedades.
También ha puesto de relieve una vez más que, frente a los discursos y los gobernantes del odio, de la desconfianza y el recelo hacia el otro, que vienen proliferando en los últimos años, sólo unidos y coordinados podremos afrontar con éxito esta y todas las crisis globales a las que nos enfrentemos . Y hemos comprobado que, quienes no han estado ni están dispuestos a entender que no puede haber supremacismos, ya que todos podemos convertirnos en los apestados de un día para otro, han sido también los que se han negado a aceptar la pandemia como la enorme crisis que es y a actuar en consecuencia.
Nunca como hoy, el valor del multilateralismo, que está en los fundamentos de la Unión por el Mediterráneo, tuvo tanto sentido. Nunca como hoy es necesaria la visión desde la igualdad en la diversidad, desde el respeto a los valores democráticos y los derechos humanos, desde la convicción de que existe otra manera de afrontar los problemas, que es a través del diálogo y el intercambio de ideas, con la que la Unión nació.
Norte y sur en esta región del mundo que se asoma a tres continentes y muchas más lenguas, etnias, creencias y culturas. Éstas supieron asociarse, y no fue fácil, en nombre de esos valores. Hoy toca ejercerlos, defenderlos, continuar construyendo una región para la democracia y la ciudadanía desde la que luchar por la paz y contra todos los fanatismos.
Toca aprovechar esta dramática pero real oportunidad que la pandemia ha generado para irradiar entre cada uno de los países de la Unión y hacia fuera de ella el influjo benéfico de un liderazgo que mire a, y cuide de, las personas. Un liderazgo para el conocimiento, para el reconocimiento, para la modernización, para la innovación, para una mayor justicia e igualdad, para que nadie sea dejado al margen ni al albur de un virus.
Contar con las mujeres para integrar ese liderazgo , impulsar su presencia en los núcleos de decisión, de gestión, en definitiva, de poder, es la mejor garantía de que nos irá bien. Las mujeres apenas suponen el 7% del liderazgo mundial, pero ha sido públicamente reconocido cómo los países gobernados por mujeres son los que mejor han sabido responder a la crisis creada por la pandemia.
Y es que las mujeres son agentes de salud, agentes de paz, agentes de vida y, por supuesto, de igualdad. En definitiva, son las agentes más cualificadas para promover y dirigir la transformación crucial y urgente que demanda un mundo enfermo y no sólo de coronavirus. Con ellas, con los valores democráticos y con las personas por delante, el Mediterráneo puede convertirse en la región que marque otro camino, el camino de una globalización más justa e integradora en la que haya lugar para todos y ninguno para el odio y la exclusión.
* María Teresa Fernández de la Vega es presidenta del Consejo de Estado y exvicepresidenta del Gobierno de España.