Testimonios del coronavirus

Carta de una médica y madre: «Tal como se ha planteado la educación pública, resulta imprescindible la presencia de un adulto en casa»

«Echo de menos más contacto con los alumnos, más organización, más interacción académica (...) y por supuesto, en lo que se refiere a los padres de familia que están fuera de casa en su jornada laboral, más comprensión»

Clases online en tiempos de coronavirus.

María Sereno

En un breve momento de relativa "tranquilidad" de un domingo, desde el hospital en el que me encuentro, haciendo una más de las numerosas guardias y refuerzos que se nos han asignado a médicos, enfermeras, auxiliares y demás personal sanitario durante estos últimos meses, leo con interés y empatía el testimonio de un colega sobre las dificultades que los sanitarios tenemos para adaptarnos al desenfrenado ritmo escolar que nos ha venido impuesto en este último trimestre.

Mi marido y yo, los dos médicos, hemos trabajado a diario desde el inicio de la pandemia (quitando los 15 días de baja y aislamiento domiciliario de mi marido al presentar una PCR positiva para SARS-CoV-2). Hasta aquí, todo bien, es lo que toca. Luego los aplausos a las 20 horas y todos contentos. Todos, salvo nuestros tres hijos , alumnos de un colegio público del norte de Madrid. Ellos, cada mañana, tienen que enfrentarse solos , sin ayuda de un adulto con habilidades tecnológicas, a un número no despreciable de tareas digitales, con explicaciones basadas en vídeos didácticos con enlaces a Youtube, a los que, "responsablemente", niños de 7 y 9 años tienen que conectarse.

Además de esto, yo, como muchas otras madres en la misma situación, dejo impresas las tareas para la mañana siguiente (si es que están colgadas con antelación). Se añaden diferentes ejercicios diarios en la plataforma digital de turno, sin contar con el hecho de que en casa de una familia numerosa no hay tres tablets o tres ordenadores , uno para cada niño. Al final, para no acumular tareas, tienen que recurrir a requisar nuestros dispositivos de trabajo, entregados a la causa. Todo sea para que los niños aprovechen el curso pese a las adversidades .

Una vez hechas las tareas, los padres (pese a que los mensajes de los profesores vayan siempre dirigidos a los niños, como si ellos pudieran ser capaces de seguir este ritmo frenético de obligaciones), debemos enviar las tareas a través de diversos formatos: fotos, presentaciones, vídeos, a diferentes correos electrónicos, de distintos profesores y a distintas plataformas.

Resultado: las mañanas son caóticas, los niños se desmotivan, el avance académico es dudoso y los padres tenemos que recuperar el tiempo perdido cuando llegamos a casa por la tarde. En una, dos o tres horas debemos resucitar su interés estimulándolos para que acaben las tareas, explicando el contenido de las fichas, corrigiendo los errores, etcétera. Todo ello intentando acabar antes de las 19 para que puedan salir un rato a la calle a airearse hasta el día siguiente. Y todo esto tras una mañana en un hospital de Madrid en situación de pandemia.

Tal como se ha planteado la educación pública en este último trimestre, resulta imprescindible la presencia de un adulto en casa (con o sin teletrabajo) para poder resolver y controlar las frecuentes contingencias que ocurren cuando un niño de 9 ó 7 años se enfrenta solo a esta nueva "normalidad educativa".

Echo de menos más contacto con los alumnos, más organización, más interacción académica a través de clases online, con un contenido mínimo diario. Demando más interés en detectar necesidades específicas en cada familia , y por supuesto, en lo que se refiere a los padres de familia que no teletrabajan y que están fuera de casa en su jornada laboral, más comprensión y una docencia más presencial.

Mi percepción es que, en el ámbito de la educación pública, el cumplimiento de los anteriores aspectos ha quedado supeditado al interés, profesionalidad o voluntad de cada uno de los profesores. Por otro lado, estas carencias traducen la falta un plan estructural que dé uniformidad a la educación pública en este contexto. Las escuelas privadas así lo han entendido desde el primer momento, elaborando una planificación de clases online, al menos, más estructurada.

Soy una ferviente defensora de la educación y de la sanidad pública , ámbito en el que trabajo. He sido usuaria de colegios públicos desde mis primeros años escolares hasta la enseñanza superior. Sin embargo, sospecho que las grietas del sistema educativo público que estoy percibiendo en este período, si se mantienen, pueden generar una brecha clara entre la enseñanza pública y privada , fomentando el desarrollo de dos niveles educativos cada vez más diferenciados. Ojalá me equivoque.

* María Sereno Moyano es médica y vive en Madrid.

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