Salvador Sostres

María

Fui el que primero supo que eras la niña que no querías dormir, y que de ti lo entiendo todo, lo quiero todo, y todo lo guardo como un regalo de Dios, Maria

Salvador Sostres

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Mi hija cree, como yo, que dormir es humillarse y apura las noches como si intuyera que antes del alba la Gran Verdad nos va a ser finalmente revelada.

Durante el curso tengo que ponerme serio para que se duerma entre las ocho y media y las nueve. Pero en los días veraniegos –que alguna ventaja habían de tener– me divierte obviar los límites y ver cómo resiste.

La semana pasada subimos al parque de atracciones del Tibidabo sobre las ocho, cuando ya el calor no era infernal y aprovechando que durante el mes de agosto no cierra hasta las once. Corrió de atracción en atracción como si el mundo fuera a terminarse. Saltó en las camas elásticas, encadenando varios turnos sin bajarse porque no había cola. Al marcharnos me dijo que quería bajar paseando –no menos de media hora– hasta Núñez de Arce, para ver la casa de mi tía Lola, a quien no llegó a conocer, pero de quien tanto le hablo. Y cuando ya creía que querría tomar un taxi para volver a casa, el taxi lo quiso pero para ir a Sushi99, con la decidida intención de dar cuenta de los niguiris de hamburguesa de wagyu y los de huevos de codorniz con trufa negra.

Llegamos a casa sobre la una, y aunque estaba agotada, quiso todavía jugar a fútbol en el pasillo, con su revolucionario reglamento de que sólo cuentan los goles que marca ella. Ya en la cama, intentaba hablar pero los ojos se le cerraban, y así luchó todavía unos minutos contra el sueño, tratándome de explicar algo que un día hizo una amiga suya del colegio.

Ahí estabas, hija mía, como tu padre, aferrándote a la vida, que es una pasada; luchando contra la mediocridad del descanso, deseando con todas tus fuerzas que el día nunca terminara. Ahí estabas, rebelde contra la debilidad, valiente, heroica, sedienta de maravilla, intentando mantenerte despierta contándome tu historia, feliz de estar viva.

Y aunque educar es reprimir, y hay noches en que tengo hasta que enfadarme para que te calles y te duermas, porque sino irías muerta de sueño al colegio, y no aprenderías nada, yo soy exactamente como tú y es así como me gusta que pelees, y es así como me gusta que ames desesperadamente la vida, y es así como además de quererte me caes bien y te admiro.

Ahí estabas, tal como siempre te he educado, con los años que tienes y los que te quedan, honrando la gloria del día irrepetible. Seré severo, seré exigente, y habrá veces que no entenderás por qué te riño y dirás a tus amigas: "no me entiende".

Cuando más te enfades conmigo recuerda que yo fui el que primero supo que eras la niña que no querías dormir, y que de ti lo entiendo todo, lo quiero todo, y todo lo guardo como un regalo de Dios, Maria.

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