José María Carrascal

En marche!

Ahora Macron tiene que librar una batalla aún más dura: la de cumplir lo prometido a quienes le votaron

José María Carrascal

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Emmanuel Macron ha ganado con holgura, pese a competir sin partido, frente a una rival que venía embalada y con un electorado poco animado a votar. Pero le espera algo más difícil todavía: poner en marcha un país dividido, con serios problemas económicos y una población escéptica ante la clase política, que le pide renovación sin sacrificios. Un milagro. Pero vayamos por partes.

Ha sido una batalla más cultural que política: el campo contra la ciudad, el nacionalismo contra la globalización, los resentidos contra las élites, la batalla de nuestro tiempo, que ha hecho extraños compañeros de urnas y de cama trayéndonos el Brexit y a Trump . De haber traído a Marine Le Pen , hubiera significado el fin de la Unión Europea, con todo lo que eso significaría en el terreno económico y en el político-existencial: la vuelta a las fronteras, a ver al vecino como tu mayor enemigo en vez de como tu mejor aliado, el retorno de los viejos fantasmas. ¿Lo quiere alguien? Pues sí, algo más de un tercio de los franceses. Pero los dos tercios restantes lo rechazan.

Macron, sin embargo, tiene que librar, como les decía, una batalla aún más dura: la de cumplir lo prometido a quienes le votaron. Desatrancar una Francia prácticamente estancada, con una deuda que se aproxima al cien por cien del PIB, las exportaciones a la baja, la industria sustituida por los servicios y una falta de competividad alarmante. Francia necesita reconvertirse y Macron quiere hacerlo dando facilidades a las empresas para despedir y al trabajador para elegir su jornada de trabajo. En los países escandinavos funcionó, pero los franceses son mediterráneos en esto y otras muchas cosas. Con el dinero concretamente son más bien centroeuropeos y eso de que sus euros se convirtieran en francos de ganar Le Pen ha tenido que influir a la hora de votar.

En plena resaca de unas elecciones cruciales para Francia y para Europa lo único claro es que se ha evitado lo peor, el populismo, pero la amenaza continúa. El Frente Nacional no ha logrado imponer su nostálgica indignación, pero ha logrado convertirse en partido gubernamental. Y si Macron fracasa con su fórmula híbrida socio-liberal, la próxima vez sonará la hora de Le Pen . Esta es la última oportunidad del centro para demostrar que hay alternativa al dilema extrema derecha o extrema izquierda. Algo que nos ha ocurrido a los europeos en todos los momentos claves de nuestra historia. Sin ir más lejos, en los años treinta del siglo pasado, cuando, tras una gran crisis económica, la democracia fue estrujada por ideologías ultra de signo contrario y el paso marcial de las multitudes. Francia, Alemania, Italia, España pagaron muy caro por ello. Que la angustia de las últimas semanas nos sirva para hacerlos ver la necesidad de acelerar la unidad europea sobre los valores que nos hemos dado sería el mejor fruto de estas elecciones. Pero no estoy muy seguro de ello, en nuestro país sobre todo. Y ahí sí que quisiera equivocarme.

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