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Una raya en el agua

Magia progresista

La llave de la estabilidad de este Gobierno se cierra y se abre por fuera. Y la guarda un ministro sin cartera en una celda

Ignacio Camacho

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Se llama magia potagia. Progresista y paritaria, por supuesto. Se meten en la chistera varias direcciones generales u otros departamentos gubernamentales más o menos pequeños; se les dan unos cuantos toques con la varita de demiurgo posmoderno, se les ponen nombres rimbombantes y cursis y, ... zas, salen de la chistera convertidos en ministerios, cada uno con sus secretarías de Estado, sus asesores diversos, sus agencias, sus consorcios y veinte o treinta cargos de confianza nuevos. Por el mismo procedimiento, y a gusto del prestidigitador, se pueden crear vicepresidencias a porrillo con un simple decreto para repartirlas como globos y pagar favores, apoyos, lealtades y/o afectos. Al resultado del truco se le bautiza como Gobierno, y una vez encajado el puzle de los nombramientos se ordena al jefe de gabinete que lo filtre a la prensa por goteo. Luego el ilusionista, satisfecho, llama al Rey por teléfono -para qué acercarse a La Zarzuela, con lo triste que está Somontes en invierno- y cumple el trámite de comunicarle lo que el monarca ya sabe por los medios. Y por último se encarga a una brigada de carpinteros que amplíe el banco azul del Congreso, que con tantos asientos se va a quedar inevitablemente estrecho.

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