Tribuna Abierta
El niño y la humanidad
Un día como hoy de 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas dio un paso al frente para velar por la protección de la infancia
Hoy es el Día Universal del Niño, un día que suele pasar inadvertido para muchos. Pero, aunque no cuente con la popularidad que merece, el 20 de noviembre es una fecha importante sobre la que debemos poner toda nuestra atención. Permítanme apenas cinco minutos de la suya para explicar por qué.
La Declaración Universal de los Derechos del Niño cumple este sábado 62 años. Un día como hoy de 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas dio un paso al frente para velar por la protección de la infancia y la garantía de sus derechos. Entre ellos, por supuesto, el de la educación. Así lo expresa el Principio 7: «El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad».
Seis décadas después de enunciar este texto, aún son muchas las barreras que impiden convertirlo en una realidad. Por eso, sobre la base del Principio 7, me gustaría poner el foco en tres conceptos. En primer lugar, el derecho a recibir educación ‘en las etapas elementales’. Facilitar un aprendizaje de calidad en primaria es crítico para el progreso educativo de los niños. Y para que sea ‘en condiciones de igualdad de oportunidades’, la tecnología debe ser un componente común de todos los currículos educativos. Tener acceso a un aprendizaje personalizado, a un aula en remoto o a contenidos digitales no debería ser un privilegio. Una ‘educación que favorezca su cultura general y le permita desarrollar sus aptitudes’ pasa, en este mismo instante, por ser digital. Por hacer posible que cualquier niño pueda desarrollar las competencias necesarias para hacer frente a los retos del s. XXI. Para avanzar en este sentido nació ProFuturo, programa de educación digital impulsado por Fundación Telefónica y Fundación la Caixa que interviene en entornos vulnerables de Latinoamérica, el Caribe, África y Asia para que millones de niños no se queden atrás y puedan acceder con garantías a una educación de calidad.
Porque la Covid-19, además, ha tenido un impacto sin precedentes en el sector educativo y ha agravado las brechas ya existentes, dificultando como nunca antes el acceso igualitario a la educación infantil. Pero también ha demostrado que la innovación educativa, a través de la tecnología, abre infinitas oportunidades y contribuye a garantizar el derecho a la educación de los niños con menos recursos.
«Considerando que la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle» es el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del Niño, pero deberíamos verlo como un fin en sí mismo. El leitmotiv de padres y madres, docentes, comunidad educativa, instituciones públicas y empresas privadas, ONG y todo el tejido social que al final es responsable de proteger a la infancia y de darle lo mejor que puede.
Magdalena Brier
es directora general de ProFuturo