EDITORIAL ABC

Madrid y Murcia, el ejemplo a seguir

Ciudadanos, con votantes procedentes del PP, tendría muy difícil explicar a su electorado la entrega de gobiernos regionales al PSOE

Vista general de la Asamblea de Madrid, en la que Juan Trinidad, de Ciudadanos, ha sido elegido presidente por mayoría absoluta EFE

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Aunque todavía quede un mes para la conformación de gobiernos autonómicos, los acuerdos escenificados ayer en Madrid y Murcia entre PP, Ciudadanos y Vox permiten avanzar que los populares gobernarán ambas autonomías. En Castilla y León, aunque Cs parece menos receptivo a reeditar un acuerdo similar, ya se están dando avances en la negociación sobre regeneración y proyectos de gobierno. Y queda en el aire Aragón, donde los regionalistas del PAR tienen más capacidad decisoria que el partido de Rivera. En cualquier caso, lo ocurrido en Madrid y Murcia es indiciario de que Cs, más allá de los remilgos sobrevenidos para ocultar sus conversaciones con Vox, mantiene la senda que ya inició en diciembre en Andalucía. Vox es un partido que cumple los estándares legales para presentarse a las urnas, responde a exigencias democráticas que han permitido su implantación en España y dispone de 2,6 millones de votantes que aceptan su ideario y merecen respeto. Los vetos sobreactuados que ha planteado Ciudadanos frente a Vox son solo la enésima impostura del partido de Rivera, porque la evidencia demuestra que sin Santiago Abascal no podría presidir parlamentos regionales. Ciudadanos se ha beneficiado de Vox, y el PP se está retroalimentando de ambos con alianzas incipientes que son legítimas, útiles y necesarias para cerrar el paso a un dominio generalizado de la izquierda en toda España. Ciudadanos, con más de dos millones y medio de votantes procedentes del PP, tendría muy difícil explicar a su electorado la entrega de gobiernos regionales al PSOE, más aún tras el veto contundente que Rivera mantiene sobre Pedro Sánchez. Por eso debe acertar en Madrid y en Murcia, y no equivocarse en Castilla y León, pese a las dudas que puedan suscitarle más de dos décadas de poder continuado del PP.

No obstante, nada está resuelto. El PP, Ciudadanos y Vox no han conseguido fraguar un acuerdo de colaboración básico y vinculante para los tres en toda España. Rivera exige que Vox no acceda con consejerías a los gobiernos autonómicos, y pretende imponer a Begoña Villacís como alcaldesa de Madrid pese a haber sido la tercera fuerza más votada. Todo eso, mientras la formación «hermana» de Ciudadanos en Barcelona se inclina por entregar la Alcaldía a Ada Colau. La ambivalencia a izquierda y derecha pudo generar réditos para Ciudadanos en su momento. Rentabilizó su papel de «bisagra». Pero hoy es mucho más discutible, sobre todo si Rivera no quiere perder credibilidad y coherencia fortaleciendo a Sánchez. Ciudadanos está en su derecho de obtener tajada por sus cesiones al PP, pero debe asumir que no ha ganado en una sola provincia ni en una sola autonomía. Y que a día de hoy, se fotografíe o no con Vox, su papel respecto al PP es vicario, y está obligado a facilitar que el populismo y la izquierda no acaparen más instituciones que en 2015.

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