Vidas ejemplares
Sánchez, a tientas
Sin estrategia desde el principio, vamos de parche en parche

No se trata de aparecer en televisión a todas horas componiendo una efigie compungida, buscando réditos propagandísticos con una fallida emulación de Churchill y repitiendo hasta el empalago frases ñoñas de lisonja a los españoles. Tampoco se trata de introducir morcillas ideológicas superfluas y divisivas, ... ni de convertir una epidemia en otro capítulo de una añeja lucha de clases marxiana. Se trata de equipar a los sanitarios, policías y militares que se baten en primera línea. Se trata de hacer test masivamente para conocer la realidad de los contagios y poder así trazar una estrategia de contención, como han hecho con éxito Singapur o Corea del Sur. Se trata de trabajar con estadísticos y matemáticos, que los tenemos, y excelentes, para disponer de cálculos científicos rigurosos que definan en qué momento de la epidemia estamos (en lugar de sacar un dedo al viento, como han venido haciendo Simón e Illa, para repetir, sin datos y de manera voluntarista, que «ya rozamos el pico de la curva»).
Está muy bien elogiar el inmenso esfuerzo de los sanitarios y nada más entrañable que el aplauso de las ocho. Pero lo que se demandaba de un gobernante era que hubiese conseguido en plazo mascarillas, guantes y coberturas plásticas, lo que habría evitado el contagio de parte de los 12.298 sanitarios hoy infectados. No se trata de espolear a los medios afines y a la televisión gubernamental para que achaquen esta crisis a las autoridades de Madrid (que pagan la chifladura del Gobierno de permitir actos masivos hasta el 9 de marzo). Se trata de conseguir respiradores para abrir más plazas de UCI en la capital y de buscar material y personal hasta debajo de las piedras para ayudarla.
No se trata de señalar a las empresas como sospechosas, como hace la ideologizada y bisoña Yolanda Díaz, que habla de «nosotros los trabajadores», siendo ministra de todos los españoles, incluidos los empresarios. No se trata de cerrar la economía para impostar ante la opinión pública que se hace algo cuando esta epidemia se expande por la falta de prevención. No se trata de improvisar decretos chapuceros en la medianoche, que dejaron a los españoles en la duda de si debían ir a trabajar o no. No se trata de meter la cuchara socialista en la empresa privada para impedir reestructuraciones que a veces marcan la diferencia entre que un negocio se salve o desaparezca. Se trata de tener un dedo de frente y no dar la puntilla a la economía cerrando las fábricas y la construcción cuando el país ya ha perdido sus otros dos motores, el turismo y los servicios. Se trata de tomar las decisiones económicas con datos (¿dónde está la estimación de cuánto costará a las empresas este cierre total?, ¿se está pensando en el día después, donde la economía será el drama medular?, ¿se está teniendo en cuenta que a estas horas ya hay en España más de 4,2 millones de parados, cifras propias de la escabechina de 2008?).
¡Somos el segundo país del mundo en muertos según la OMS! Por favor, aparquen la catequesis «progresista», rescaten a políticos profesionales, promuevan un Gobierno de unidad nacional y empiecen a trabajar en serio.
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