Vidas ejemplares
No basta, hay que echarlo
La Iglesia debe apartar al párroco de Lemona por su brutalidad anticristiana

Se ha estrenado en la Seminci el documental «Bajo el silencio», del bilbaíno Iñaki Arteta, que denuncia la callada en la sociedad vasca ante las salvajadas de ETA. Según la película, el opresivo manto de silencio perdura todavía hoy, enmascarado tras una impostada «normalidad». Un ... joven reportero va recogiendo testimonios aquí y allá, hasta que llega a Lemona, pueblo del interior de Vizcaya de 3.500 vecinos, a donde emigraron a comienzos del siglo XX muchas personas de otras partes de España para trabajar en sus cementeras. En el atrio de la recia iglesia de Santa María de Lemona, de mediados del XVIII, el periodista conversa con un cincuentón alto, fuerte y expresivo, de cara larga, gafas y calva incipiente. Viste cazadora anticuada de cuero, jersey verde y unos chinos holgados. Es el párroco de Lemona, y en la conversación no cesa de justificar los crímenes de ETA. «No es terrorismo, sino una respuesta a la represión». Todo fue «una guerra entre dos naciones» (aunque los que morían eran siempre del mismo bando). «Que un pueblo oprimido al que quieren conquistar responda con violencia no es terrorismo». El párroco de Lemona cree que «conflicto había y hay». Ante los atentados, como aquel de la bomba con diez kilos de goma 2 que en 1981 despanzurró en el pueblo a dos guardias civiles de 26 y 28 años, al pastor de almas le entran pequeñas dudas: «Por una parte te alegras de que su merecido se llevan, y por otra te dices: no está bien».
El párroco de Lemona se salta el pasaje evangélico donde su jefe supremo, Jesucristo, condena expresamente la Ley del Talión, el ojo por ojo bíblico, y llama a «no hacer frente al que os agravie» y a poner la otra mejilla cuando te abofeteen. «Nadie dice “ay” si no te pisan el callo. Te acorralan tanto que no puedes responder de otra forma», explica el cura para justificar la violencia etarra. Una lógica repugnante. Exactamente la misma de Al Qaida o Daesh para justificar sus atentados. Escuchas al párroco de Lemona, que va soltando sus disparates con tonillo de hombre de caserío muy seguro de sí mismo, y casi te preguntas si estudió en un seminario o en una academia de la Gestapo.
La diócesis de Bilbao ha tenido la elemental decencia de emitir una nota tachando sus palabras de «inaceptables» y pidiendo perdón a las víctimas de ETA por ellas. Pero es insuficiente. De entrada, omite el nombre del sujeto, que no merece tal gracia. Además, no basta con una amonestación. Es intolerable que se mantenga al frente de una parroquia de la Iglesia Católica a un clérigo en contradicción flagrante con el mensaje cristiano. La Iglesia vasca tiene tras sí una lamentable historia de complicidad con ETA, por la que solo ha pedido perdón de manera bastante meliflua. Ahora tiene ocasión de actuar sin titubeos. Un tipo así no puede seguir administrando los sacramentos. Y menos en la tierra donde se sembró la semilla del dolor. Han de echarlo.
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