Tribuna abierta

Agradecimiento y conciencia nacional

«Separados sólo seremos esclavos de las ambiciones de otros»

Luis García-Mauriño

A principios del siglo XX, en un afán reunificador y potenciador de una cultura iberoamericana, algunas mentes privilegiadas de ambos lados del Atlántico acordaron olvidar ‘viejas rencillas’ y abrir un capítulo nuevo en nuestras relaciones. Desde entonces, y en esta línea de pensamiento, es frecuente escuchar declaraciones comparando a Simón Bolívar con Colón, Hernán Cortés, Núñez de Balboa o Bernardo de Gálvez. Y esta asimilación se produce sobre la base de que todos ellos pertenecen a la comunidad hispanoamericana y que con sus gestas escribieron nuestra Historia. Este planteamiento quizá pudiera entenderse si ignoramos la existencia de las naciones. Si creemos en Iberoamérica como una estructura política superior sin fronteras internas. Pero esta situación utópica todavía no ha sucedido.

Las naciones existen, y España es una gran nación por la aportación de muchas generaciones de españoles que forjaron su historia y su carácter. España es nuestro patrimonio común. Sin ella somos parias sin tierra, ciudadanos de segunda en un mundo peligroso. Por eso, la defensa de nuestra identidad nacional es fundamental. Juntos podemos ayudar a mejorar el mundo. Separados sólo seremos esclavos de las ambiciones de otros.

España existe y es nuestra patria común. Por eso, un español no puede hacer tabla rasa y poner en plano de igualdad a Simón Bolívar con Bernardo de Gálvez. ¿Cómo se puede comparar a quienes con su sangre y con su esfuerzo hicieron grande a España, con aquellos otros que, nacidos españoles y pertenecientes al imperio hispánico, con su actuación la empequeñecieron y traicionaron a sus compatriotas? Al hacer tabla rasa, no solo se induce a la gente a creer que todo es lo mismo, poniendo en régimen de igualdad a héroes y a traidores, sino que, además, lamina nuestra conciencia nacional. Porque España es lo que es por Hernán Cortés y también por Simón Bolívar, pero el primero es un héroe que le dio grandeza y el segundo un traidor que la empobreció. Ignorar esta realidad no sólo nos convierte en desagradecidos con todos aquellos españoles que lucharon por España, sino que nos debilita como nación. La construcción de un gran espacio iberoamericano debe cimentarse sobre la base del cariño y respeto mutuos, asumiendo sin ansia de revancha unos hechos ciertos, pero jamás desdibujando la realidad. Será, tal vez, Bolívar un héroe en Colombia, pero será siempre un traidor en España. ¿Se han visto acaso estatuas de Aníbal en Roma, de George Washington en Londres o de Napoleón en Moscú? Mejor haríamos recordando a Pablo Morillo, a José Tomás Boves y a muchos otros que lucharon incansablemente, abandonados por su rey y por sus políticos, en una guerra imposible. Y, aun así, lucharon con honor hasta el final.

Jamás se puede rendir homenaje a los enemigos y, mucho menos, a los traidores. Defender una narrativa falsa, que pone a todos por igual, ademas de injusta con la historia, destruye nuestra identidad nacional y es la semilla de nuestra debilidad presente y de nuestras tragedias futuras.

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El coronel Luis García-Mauriño es presidente de la asociación Tercios Viejos Españoles

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