La foto de la semana
Ligero de equipaje
Albert Rivera abandona la política

Los abandonos de la carrera política suelen ser poco frecuentes. Por un lado, la lucha por el poder presenta una complejidad de matices y escenarios que son difíciles de encontrar en cualquier otra actividad, incluidas las grandes hazañas deportivas. Y, por otro, porque los partidos ... políticos tienden a ser órdenes conventuales, donde el compromiso con los hermanos es difícil de cortar, amén de que muchos de sus miembros -por falta de inteligencia o preparación- pasarían mucho frío fuera del convento. No es el caso, por cierto, de Albert Rivera, que demostró un coraje inusitado ante el avance totalitario del nacionalismo, en una sociedad pastueña y egoísta, donde cada uno procuraba salvar sus muebles y pasar inadvertido. Su salida a la contienda electoral, a muchos, les pareció extravagante por insólita, no sólo por parte de sus conciudadanos catalanes, sino también desde los dos grandes partidos que contemplaban cómo crecía el dragón, pensando que se conformaría, como siempre, con la dádiva de alguna doncella.
Muy pronto, aquel gesto de coraje despertó muchas de las conciencias cloroformizadas, y salieron a la calle cientos de miles de víctimas de la extorsión totalitaria, a la vez que conocidos intelectuales se adhirieron a esa causa de reconquista de la libertad.
Mantener el tipo y la postura liberal es muy complejo, porque, al final, tienes que comulgar con el centro-izquierda lunes, miércoles y viernes, y con el centro-derecha, martes, jueves y sábados, sin que puedas descansar los domingos, donde te obliga a la reflexión de cómo se puede ser liberal a secas. Si a ello añadimos que a un liberal, dentro de un partido político, le gusta tanto la disciplina como a un anarquista la instrucción militar, que nadie se extrañe de que muchos de los padrinos fundadores del invento se retiraran poco a poco, por esa repugnancia hacia el gregarismo que mantiene todo liberal.
Los seres humanos, por comodidad, somos reacios a discurrir, y por eso triunfan los maniqueísmos. Si nosotros somos los buenos y los otros son los malos, nos evitamos disquisiciones y molestias, de ahí el triunfo de los populismos y los nacionalismos totalitarios. Ciudadanos, en cambio, es una opción política que no cree que la vida se divida entre blancos y negros, sino que conviven una variada gama de grises, que llevan implícitas contraindicaciones, virtudes y efectos secundarios. Ante la consigna hegemónica: «Lejos de nosotros la perniciosa manía de pensar», la formación política que hizo sonar la alarma de la peligrosa metamorfosis del Noreste de España, perdió apoyos, lo cual no quiere decir que sea su fin.
Albert Rivera, al principio en soledad, mostró una valentía que les faltó a los dos partidos que han gobernado España durante más tiempo. Y esa desidia del PSOE y del PP hoy está mucho más agravada, porque al dragón no se le van a dar un par de doncellas para que se aplaque, sino el padrón municipal de dos tercios de España.
No es buena noticia que se vayan los honestos y que triunfen los cínicos, pero toda persona es libre para elegir su camino.
En su primera campaña electoral, lanzó un grito de atención desde un cartel donde aparecía desnudo. Y se ha marchado con lo puesto, a la machadiana manera, «ligero de equipaje, como los hijos de la mar».
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