Kant para «dummies»
Ese es el libro que debería llegar de regalo a la dacha de Galapagar
Los llamados «libros para dummies» nacieron en 1991 en Estados Unidos. Fueron el invento de un informático californiano que quiso divertir a sus amigos con un manual desenfadado de «programación para tontos». Desde entonces se han publicado más de 1.500 títulos, todos con sus distintivas tapas amarillas y negras: «Excel para dummies», «Paternidad para dummies», «Ópera para dummies»... (espero con ilusión la aparición de «Microondas para dummies», que me permitirá mejorar mis tropelías culinarias).
Por ahora la colección no se ha adentrado en cuestiones filosóficas, aunque va siendo hora. En estos días al rojo vivo en la dacha de Galapagar, ¿qué mejor regalo para confortar a nuestros queridos líderes que un «Kant para dummies»? El pensamiento del genio de Königsberg es tan elevado que no está al alcance de quienes somos legos. Pero para eso se han inventado las versiones para «dummies», para darnos la papilla triturada. El edificio ético de Kant reposa sobre el llamado «imperativo categórico», que reza así: «Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal». Lo que traducido al «dummie» podría formularse de este modo: «Actúa de manera que tu forma de obrar pueda convertirse en norma universal». O dicho ya en vallekano, para que lo pillen Irene y Pablo: «No le toques los bemoles a la peña con julandronadas que no querrías para ti».
Cuentan desde Podemos que la ejecutiva del partido «está conmocionada por el nivel de acoso» a su pareja rectora. Echenique, tomado por una inédita melancolía compasiva, lamenta «la persecución que sufren Irene y Pablo». No se respeta la intimidad de los jóvenes padres de familia, claman las buenas gentes podemitas. Aseguran además que en el nuevo vecindario de aquellas serranías, muy cerca del chalecito burgués del jardín, la pisci y la coqueta chocita de invitados, pululan «fascistas violentos». ¡Pardiez! Las pesadillas truncarán mi sueño, con una recreación posmoderna de «Perros de paja», aquella claustrofóbica película del maestro Sam Peckinpah, en la que Dustin Hoffman encarnaba a un joven profesor universitario que tenía que encararse con gañanes violentos que trataban de asaltar la morada donde habitaba con su encantadora esposa.
Me parece mal que se divulgue la ubicación de la vivienda de Montero e Iglesias, y execrable que alguien fuese allí a insultarlos. Pero Iglesias, que no es kantiano, se queja ahora de lo que festejaba como el necesario jarabe de palo para denunciar las desviaciones burguesas ajenas. Podemos fomentó los escraches a los domicilios de políticos rivales (con niños en casa, llamando al timbre hasta 40 minutos seguidos, pintarrajeando los portales y cercando las viviendas con pancartas insultantes). Podemos ofendió a los católicos asaltando sus capillas y coñeándose con mala baba de sus creencias. Podemos se fumó la libertad de expresión de los campus para boicotear a conferenciantes. Podemos ha sido el epítome de la intolerancia y la intromisión en el honor ajeno (¿ha olvidado Iglesias sus autobuses de La Trama?). Está mal despellejar a unas personas por comprarse una buena casa. Pero siempre, Pablito, siempre.