Editorial ABC

Un justificado «no» a Sánchez

El PP tiene que prestar su apoyo al Gobierno cuando este proponga objetivos comunes, pero no para legitimar su coalición de gobierno con comunistas y sus pactos con independentistas

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El balance de la reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado estaba escrito de antemano. Por eso no fue una sorpresa que el líder del Partido Popular confirmara que no pactará con el Gobierno los Presupuestos Generales del Estado ni la renovación de determinadas instituciones constitucionales y públicas. Casado aceptó de esta manera el riesgo de ser presentado por el Gobierno como el partido del «no». Y así sucedió en la agresiva intervención de la portavoz María Jesús Montero, quien llegó a decir del PP que «se sitúa fuera de la escena política», confirmando la tendencia de Montero a repetir los mismos eslóganes por distintas que sean las circunstancias.

Lo cierto es que la rueda de prensa de Casado sorprendió al Gobierno no tanto por el contenido de sus palabras, como por la forma del mensaje, que fue templada, respetuosa y firme. Casado se enfrenta al reto de la explicación permanente de su «no» a negociar con el Gobierno, porque los socialistas manipulan la sensibilidad ciudadana por la crisis para señalar a los populares como causantes de sus problemas. Ayer, Casado asumió con acierto la tarea difícil de explicar que el Gobierno de Sánchez aloja a un socio comunista, cuyos objetivos son incompatibles con el consenso entre partidos que, como el PP y, supuestamente, el PSOE, siguen reconociéndose en el consenso constitucional de 1978 y en la defensa de la democracia parlamentaria.

El PP tiene el mandato de ser oposición y de prestar su apoyo al Gobierno cuando este proponga objetivos comunes, pero no cuando pretenda legitimar con los votos de los populares su coalición de gobierno con comunistas y sus pactos con independentistas y proetarras. Sin embargo, Casado supo deslindar los problemas sanitarios que está generando la pandemia y la necesidad de gestionar los fondos para la recuperación económica a través de una agencia estatal. Aunque el presidente del Gobierno dio a entender a Casado que estudiaría esta propuesta, es presumible que Iglesias no quiera perder el control del Consejo de Ministros sobre el dinero europeo que llegue a España.

El consenso es deseable, pero no es un fin en sí mismo, sino un medio para objetivos útiles para la sociedad. Sin embargo, el primer consenso necesario para la dirección política del país es el de los integrantes del propio Gobierno. Es Iglesias a quien Sánchez debe pedir que «arrime el hombro», porque el vicepresidente segundo no solo no pierde ocasión de contradecir y rectificar a las ministras económicas, sino que torpedea a diario los intentos de Sánchez de entrampar de nuevo a Ciudadanos en un pacto, esta vez para los Presupuestos Generales del Estado. El problema para España no es que Casado no pacte con Sánchez las cuentas públicas. El problema para España es que Sánchez no tiene cuentas públicas pactadas ni con su socio de Gobierno.

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