El astrolabio, por Bieito Rubido

La justicia discreta

En la historia del caso Nóos quizás hubo más sobreactuación judicial que mesura y austeridad. La sentencia debería servir para aprender del error

El juez Castro, en una imagen archivo Reuters

Bieito Rubido

Parece que hay una parte de España que se encuentra frustrada porque la expectativa creada por el juez Castro, en su lamentable y dilatada instrucción del caso Nóos, haya terminado con la absolución de la infanta Cristina. Este caso, instrucción y sentencia, debería servir para aprender del error. En primer lugar, los propios jueces, cuyo afán inquisitorial les lleva a pretender ser el perejil de todas las salsas, cuando justamente deberían ser lo contrario. En segundo lugar, la propia sociedad, cuya sed de justicia no puede servir de excusa para admitir sentencias injustas, aunque popularmente sean aplaudidas. Debemos establecer con claridad y valentía la diferencia entre justicia ejemplar, que es la necesaria, y ejemplarizante, que suele correr paralela a la condición de antijurídica. Tal vez en toda la historia de Nóos hubo más sobreactuación judicial que mesura y austeridad. Por eso se dice que malos tiempos son aquellos en que los jueces tienen que ser juzgados. No quiero escribir ningún nombre propio pero, por favor, la próxima vez, discreción.

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