Enfoque
Estado de excepción
Aumentan las familias que necesitan ayuda
La imagen es un día cualquiera, en una parroquia del distrito de Vicálvaro en Madrid. No es la única ni tampoco la última. Vuelven los de siempre al primer plano. En realidad, nunca se han ido porque cuando todo va bien permanecen con las puertas ... abiertas. Cuando el drama se extiende no ofrecen solo la otra mejilla, también las dos manos para acarrear cajas de comida o repartirlas a domicilio entre quienes empiezan a ser la carne de cañón de la crisis económica y social. Otra vez las instituciones de la Iglesia católica, parroquias, organizaciones como Cáritas o fundaciones de colegios, se despliegan en forma de red para evitar que los caídos se estampen todavía más. Como en la crisis del euro, aparecen donde más duele.
Las familias están cerrando filas, empiezan a acercarse las dificultades a una distancia peligrosa. La respuesta no es nueva pero sí mucho más rápida. En muy pocas semanas se ha iniciado una crisis económica y social cuyas dimensiones no alcanzan a la vista pero que en pocos días tendrán números de escalofrío. No vemos a los muertos mientras nos explican que forman parte de una puñetera curva con pico o meseta. Se ponen los pelos de punta cuando alguien proclama que «mejora el número de fallecidos» ¿Cuál es el «éxito» y dónde se nota el «alivio»? España tiene el porcentaje más alto del mundo en muertes por millón de habitantes y además encabeza la clasificación del personal sanitario contagiado en acto de servicio. Después asomarán el paro, el déficit público y la deuda para terminar de completar un panorama que pone en estado de excepción a parroquias, comedores sociales, bancos de alimentos y familias.
Mientras tanto, hay una parte del Gobierno que aprovecha la reclusión general domiciliaria para asomarse al precipicio donde se recortan libertades individuales como la de información o expresión y parar ir a degüello contra los jueces porque en ellos va a recaer buena parte de la investigación y posterior sentencia sobre las negligencias, fallos y errores cometidos por el poder político. Las termitas están sueltas dentro del Gobierno haciendo su trabajo de demolición. Del Rey para abajo no han perdido ninguna oportunidad en estas seis semanas para zarandear principios e instituciones constitucionales. El vicepresidente Iglesias tiene prisa. Sabe que el precio de la ayuda de la Unión Europea será que él y los suyos dejen el Gobierno.
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