Miradas sobre la pandemia
¿Qué fue de la sanidad militar?
De lo que no cabe alguna duda es que en momentos de crisis auténtica, de dificultades y errores, las Fuerzas Armadas, los Ejércitos, siempre están. Están y se les espera
![Juan-Cruz Alli Turrillas: ¿Qué fue de la sanidad militar?](https://s3.abcstatics.com/media/opinion/2020/04/21/ume-sevilla-krq--1248x698@abc.jpg)
Tengo mis dudas de si la mejor manera de enfocar la crisis que atravesamos es como si de una guerra se tratara y, por tanto, pensar que se la puede vencer con épica militarista y sentido heroico (ambos de salón, claro). Objetivo, «enemigo», «combatientes», medios y resultados no cuadran con tal panorama. Al menos no cuadran del todo. Pero si lo consideráramos como un episodio bélico: ¿qué mejor defensa del territorio, sus valores y sus ciudadanos que colaborar en esta batalla? Pues de lo que no cabe alguna duda es que en momentos de crisis auténtica, de dificultades y errores, las Fuerzas Armadas, los Ejércitos, siempre están . Están y se les espera.
Están, no lo olvidemos, todos los militares y sus unidades que (deben) seguir velando por la seguridad general del país; en tanto que sanitarios civiles, miembros de las FCS, transportistas, comerciantes y otro sinfín de personas combaten la pandemia o prestan los servicios necesarios en estos días. Están, y deben estar, donde deben estar; lo que términos militares no es una tautología. Es preciso, pues, proteger las unidades y miembros de esas fuerzas específicas en su propio estado de revista, sin ocuparles en funciones auxiliares para las que no tienen estricta competencia.
Lo está, como bien sabemos, directamente la UME con sus medios proporcionados, su praxis y experiencia. También están todas y cada una de las unidades de Tierra, Mar y Aire en funciones de apoyo y colaboración con las FCS y la sanidad civil. Buques, aviones de transporte y de misiones especiales, con todos los uniformados de los tres Ejércitos en funciones más o menos directamente relacionadas con el apoyo a las misiones de lucha contra el virus que les encomiende la autoridad civil.
No olvidemos tampoco la premisa de que los miembros de las FAS siempre acuden con rapidez y máxima dispon ibilidad. La máxima que les permitan los medios con que los doten (tampoco lo olvidemos). Para ello tienen planes estratégicos, operacionales y tácticos pre-configurados, doctrina y programas que permiten homologar operativos y simplificar las actuaciones con la mayor eficiencia posible. Cuentan con especialistas en planear y organizar; haciéndolo, normalmente, en tiempo récord y a-una-voz (lo sé: no gusta mucho, pero a veces no queda más remedio y tal remedio es el único que nos salva en la hora del naufragio). Acumulan, además, la experiencia histórica y el entrenamiento llevado a cabo en ya muchas misiones, bélicas, de ayuda humanitaria y mixtas, realizadas en otros lugares, aunque fueran en crisis de otro tipo.
Aunque todo eso es mucho, no es suficiente si los medios no acompañan.
Este trance está siendo una crisis vírica con un factor determinante: la adecuación de los medios para combatirla. Medios que, a su vez, hubieran exigido previsión y premura. La urgencia por adquirir los medios que la precaución no planeo adecuadamente para que estuvieran predispuestos. Indudablemente han faltado y faltan muchos de esos recursos que la seguridad médica exigía. Esto ha agravado la incidencia del virus y ha causado mayores daños d los que, con más precaución y una mejor gestión de la urgencia quizá se hubieran producido (véase, en tal sentido, lo que ha ocurrido en Alemania). Pero no es esto en lo que quiero abundar. Voces más autorizadas ya lo hacen.
El debate, no sé si más profundo aunque quizá de más recorrido me lleva, ahora, a otro lugar. Las Fuerzas Armadas solían ser una «sociedad en miniatura». Y no hablo de la particular «sociología militar», así denominada por Janowitz, Hungtinton, Moskos y Reed, entre otros muchos. Ni tampoco de la autarquía nacional que predicaba el régimen político pre-vigente. Tampoco de la «ocupación» del territorio mediante una administración (zonal) con unidades militares, paralelas a la Administración civil (las pretéritas «Capitanías generales»). No. Señalo el hecho de que las FAS recreaban, en su seno, una multitud enorme de servicios necesarios tanto para el funcionamiento regular, autónomo, autosuficiente, efectivo y adecuado de su función militar directa cuanto también para la prestación de servicios a la comunidad a la que una crisis defensiva podía afectar. Medios y recursos precisos para muchas cosas: el control de la producción y prestación alimentaria, la asistencia veterinaria, seguridad integral, mantenimiento de sus medios mecánicos, servicio postal, telecomunicaciones seguras, etc. Es decir, todo lo que se denominaba ‘apoyo a la fuerza’. Grosso modo, la logística en todos sus niveles, escalones y estructuras.
Uno de ellos fue el servicio sanitario militar . Seguramente el más importante de esos servicios auxiliares, al menos desde su origen moderno durante la sangrienta Guerra de Crimea, mediado el siglo XIX; aunque hay muchos antecedentes históricos (y no precisamente menores en el caso de España). Tal servicio, junto con el veterinario y el farmacéutico, estaba articulado, muy simplificadamente, en tres niveles: el primero, de combate y escenario bélico (hospitales «de campaña» avanzados y hospitales de segundo escalón); el segundo, para atención sanitaria primaria en las unidades y/o para la retaguardia en tiempo de paz (Hospitales militares) y sus servicios de apoyo (entre ellas la formativa); y, finalmente, en tercero, un sistema sanitario de tipo mutualístico, de asistencia médica ordinaria, diagnóstico y prevención e investigación, asistencia familiar y de recuperación de lesiones, etc. Es cierto que ese (último) nivel tuvo un carácter que lo hacía similar a las mutualidades de funcionarios civiles, del que más bien eran su origen y modelo al que estas imitaron. Por eso, junto con el de viviendas, parecía solo razonable en otra época de abundancia, bajo coste y prestaciones-en-especie de tipo corporativo; y en tal sentido pudo resultar un tanto elefantiásico. Pero debemos recordar que era el escalón de preparación, aprendizaje y apoyo necesario para que los dos anteriores pudieran «activarse» con garantía de éxito, continuidad y resiliencia sistémica… Y también de poder ofrecerlos, como así ha sido, a la sociedad civil cuando hiciera falta, cubriendo, además, agujeros negros que esta tenía. Pues bien tales servicios existían hasta tiempo muy reciente, eran completos, efectivos, capaces y estaban bien estructurados.
Pero lo ocurrido en los últimos veinte años ha sido que so capa de reducir los cañones para dar más mantequilla social se daño no sólo la posible «grasa», sino también el «magro», pues se desmontó toda esa triple estructura. En un primer episodio se abandonó el escalón intermedio («tiempo de paz»… pocos cañones), trasladando algo a un muy simplificado primer nivel y, en algún caso, al tercero. Este último integró todo el modelo anterior, pero con enormes, excesivos, recortes. Así postrado, en un segundo episodio muy reciente, ese tercer nivel quedó literalmente desmontado (… tan poca estructura ¿para que era necesaria? Se habrían preguntado algunos burócratas y políticos). Se indujo, así, la desmilitarización estructural y de casi todo su personal (sobran casos en los tribunales de ese reciente proceso). ¿Dónde quedaron, como prueba de todo ello, esos grandes hospitales de Tierra, Mar y Aire y todos sus cuerpos de especialistas? Apenas han conservado unos servicios mínimos para los militares.
Pues bien, los efectos profundos todavía han sido más perversos. Primero la pérdida de los medios materiales y técnicos que estos niveles tenían y el desentramado de la estructura que los sostenía. Todo eso ha ido quedando prácticamente desmantelado, reducido a su mínima expresión. Casi la mínima para atender a una unidad tipo Brigada en una misión internacional y apenas un exiguo escalón nacional para el repatriado de militares enfermos o heridos en misión, o en maniobras y operaciones. El justo para que en las unidades exista el minimo minimorum de atención sanitaria. ¿Cuántos ejemplos, en los últimos años, de dificultades para cubrir plazas de sanitarios embarcados, en maniobras o en misiones internacionales (no digamos ya si causa baja, por la razón que sea, quien debía ir en primer lugar)? ¿Cuántas necesarias especialidades que no se suplen?
En segundo lugar, el daño silencioso todavía ha sido más «profundo» y radical: la continuidad de praxis, investigación, planes, dirección y procedimientos –entre ellos muchos vinculados a la «guerra bacteriológica»–, capacidades farmacológicas que hubieran venido muy bien en febrero y marzo. También de los sistemas de apoyo, como hospitales desmontables de campaña y muchos medios duplicativos. En definitiva, el know-how : experiencia, formación y entrenamiento de un adecuado cuerpo de profesionales ya formados y preparados. Aquellos que eran, que son, mitad soldados-mitad militares; con esa vocación mixta que siempre ha producido tan buenos resultados. Ahora pagamos por esto. Aunque, por suerte, como estamos viendo, no desaparecido del todo. Quizá solo gracias a la profesionalidad y la formación de sus miembros.
Porque cuando se abandona, o se dilapida, el gasto en defensa se pierde la continuidad que tal inversión producía. Es decir, no sólo se pierde la potencia que se puede tener, sino que se desinvierte en el apoyo a la fuerza y, con el, también en el futuro. Sobre todo en la garantía de existencia que es tener una fuerza –la única fuerza– dispuesta a ir a donde haga falta, para hacer lo que haga falta (y generalmente lo que los demás o no pueden o no quieren hacer). La única capaz de sostener la seguridad que permite que el resto de «gastos» e «inversiones», públicas y privadas, funcionen y sobrevivan. Ahora se pone, lamentablemente, más de relieve que en otros momentos.
Esa fuerza que, además, actúa sin otra recompensa que la del deber cumplido. Como ahora, como siempre. Gracias por vuestro servicio , viejos y grandes olvidados.
* Juan-Cruz Alli Turrillas es Profesor de Derecho Administrativo en la UNED.
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