El joven de 40
Y de repente el conquistador del cielo se dio de bruces con la edad adulta
Cuando eres un chaval te puede parecer normal y hasta encantador dormir en el suelo duro de una tienda de campaña, vivir en un piso guarrindongo apretujado con otros estudiantes; cebarte a golpe de pizza y litrona; conducir una carraca o emburrecer tu cabeza con sustancias rayantes que te mantienen químicamente alerta hasta el alba. En esa edad de la ligereza entra también dentro de lo común sucumbir al hermoso ideal socialista igualitario; odiar a la banca, la Monarquía y la Iglesia; desdeñar como cosa de pringados la importancia del ahorro, la familia y el esfuerzo personal. Pero a menos que tengas una chapa de Pepsicola en vez de un cerebro, con los años vas evolucionando. Aspiras a un piso grato y un coche nuevo. Te empiezan a atraer los hoteles confortables y comer bien, vas espaciando la camiseta en favor de la camisa. Luego consigues un empleo; te asomas al carril de la vida adulta. Y de repente, un día inopinado, dejas de ser joven y te encuentras formando una familia. Tienes hijos, y una espada de Damocles sobre la chepa que se llama hipotecón , y aspiras a que tus niños vayan a un buen colegio. Ahora te preocupan la economía y la estabilidad. Ya no te hace tanta gracia que tu país lo gobiernen cantamañanas adictos a los eslóganes anuméricos, ni que te frían a impuestos en nombre de aquel socialismo romántico que tanto te encandilaba.
Esa es la evolución habitual. Se llama hacerse mayor y nos alcanza a todos, incluidos adolescentes tan recalcitrantes como Pablo Iglesias e Irene Montero . El pisito de Vallecas, del que tanto nos jactábamos, ha dado paso al chaletazo serrano. La juventud de la que galleábamos frente a la barba canosa del viejo Mariano ha volado súbitamente (a Pablo Manuel le caen los 40 en octubre , ya no es joven). Los romances picaflor han dado paso a una relación estable y al ilusionante nacimiento de dos hijos. Un baño de realidad.
Iglesias se pasó años pregonando que la sanidad pública había sido «desmantelada» por Rajoy. Llegó a calificar de «terrorista» la gestión del PP en los hospitales madrileños. Ahora escribe cartas de inefable sello cursi para agradecer que esa misma sanidad supuestamente exterminada ha salvado a sus gemelos, como todos deseábamos. Y descubre, oh sorpresa, que rivales políticos a los que despellejaba con vileza y cuyas viviendas animaba a acosar le han apoyado con humanidad en sus horas duras, y hasta rezan por sus niños. Ya es un señor mayor, de americana, escaño e hipoteca. Aunque conserva un rasgo propio del atolondramiento juvenil: el comunismo, una de las ideologías más ineficaces, represivas y absurdas de la historia, pues a diferencia del liberalismo no concibe al ser humano tal y cómo es. En política, Pablo se ha quedado en el pataleo adolescente, con unas ocurrencias económicas que serían estricnina para la prosperidad. Pero hoy se reunirá con Pedro para dictarle cómo ha de llevar la economía. Volverán a sentirse jóvenes jugando al progresismo con una España que ya está empezando a constiparse ( ¿o alguien cree que el lamentable dato de paro de agosto es casual? ). Jamás en nuestra democracia los comunistas habían dictado unos presupuestos. Otro logro del presidente no votado.