Miradas sobre la pandemia
El Parlamento Europeo debe escuchar los aplausos de las ocho
Nosotros, eurodiputados y sanitarios, pedimos al Parlamento que haga de la sanidad una prioridad absoluta y que cree un organismo enteramente dedicado a los problemas sanitarios y a la solidaridad
Cada tarde, a las ocho, resuena a través de las fronteras el homenaje a nuestras cuidadoras y cuidadores, comprometidos con coraje y determinación al servicio del bien común. Las ventanas se abren y resuenan los aplausos, que componen un solo himno en todo el continente. Estos héroes cotidianos, en primera línea de esta pandemia, a veces mal protegidos, han pagado un precio muy alto, que no olvidaremos.
Solidarios entre sí, puenteando a veces los Estados y Europa, aprovechando las redes sociales y los medios de comunicación modernos, italianos, españoles, franceses, alemanes, portugueses... han aprendido unos de otros, compartido sus experiencias y comparado sus prácticas, unidos en torno a un solo objetivo: derrotar a este virus.
Nosotros, los que firmamos este texto, somos a la vez miembros del Parlamento Europeo y profesionales sanitarios: más que otros, sabíamos que, a pesar de las dificultades, el compromiso de nuestros compañeros sobre el terreno sería inquebrantable; más que otros, hemos sufrido por nuestra incapacidad para apoyarlos y ayudarlos en nuestro papel de responsables políticos.
La pandemia ha revelado no solo las deficiencias de nuestros sistemas nacionales de salud, sino también la falta de una acción europea coordinada en materia de salud pública.
Aunque la sanidad sigue siendo esencialmente una competencia de los Estados miembros, Europa por fin ha reaccionado, tanto en el ámbito sanitario como en el económico, con el fin de contribuir a detener la epidemia y mitigar las consecuencias con medidas sin precedentes. Pero esto no es suficiente.
Ante una amenaza transnacional, que ha estado creciendo durante varios meses, Europa ha dado a los ciudadanos la sensación de falta de anticipación, de coordinación y de protección. Guerra de mascarillas, llamamientos a la ayuda que al principio quedaron en papel mojado, retención de material, estrategias de confinamiento divergentes, cierres de fronteras unilaterales... Cuántos hachazos al pacto europeo que nos une y a los valores que lo sustentan.
Debemos extraer lecciones de todo esto. Europa se constituyó para ser un continente de paz; hoy debe prolongar este propósito original y ser un continente que proteja a todos los ciudadanos. Frente a los virus que nos amenazarán en el futuro, el intervencionismo europeo debe ser la primera vacuna, capaz de prevenir y contener las crisis sanitarias del futuro. La lucha contra el impacto del envejecimiento de la población y las enfermedades neurodegenerativas, y la inclusión de los discapacitados físicos y mentales, por ejemplo, se encuentran entre los primeros desafíos a los que deberán enfrentarse nuestras sociedades, y estos desafíos no conocen fronteras.
Precisamente porque estos retos no tienen fronteras y, para responder a las expectativas de los ciudadanos, el Parlamento Europeo debe situar la sanidad y la solidaridad en el centro de sus prioridades mediante la creación de un organismo específico. Da igual el nombre y la forma de esta estructura; lo que importa es dotarla de los medios necesarios para llevar a cabo su acción de forma autónoma, visible y permanente.
A ella le corresponderá no solo encarnar la solidaridad y la soberanía sanitaria europeas, sino también reflexionar concretamente sobre los mecanismos que permitan dar una respuesta comunitaria a los principales desafíos de salud pública. En caso necesario, este organismo parlamentario, en estrecha colaboración con todos los agentes sanitarios, podrá actuar como coordinador, respaldado por una experiencia, una agilidad y una capacidad de reaccionar a la altura de los desafíos. Además, deberá formular rápidamente recomendaciones en materia de gobernanza sanitaria -revisión y coordinación de organismos europeos, cooperación transfronteriza, traslado de pacientes, circulación de material sanitario, reubicación de la producción de bienes médicos esenciales y compras agrupadas, equipos de protección, dispositivos médicos, principios activos y medicamentos, sin eludir la cuestión del precio “justo”- y por último, fomentar la investigación conjunta y la coordinación para el desarrollo de nuevos tratamientos o vacunas. Si se desarrollan en un tercer país, Europa debe asegurarse de que estén disponibles para sus ciudadanos.
Esta crisis, por su magnitud, por el trauma que constituye, debe ser una ocasión para arrancar y una oportunidad de progreso para el futuro de nuestro continente. Ante esta pandemia sin precedentes, los Gobiernos de todo el mundo han hecho de la salud de sus pueblos una prioridad intangible. Esta conciencia universal, que pone la vida por encima de todo, es un arma poderosa para dibujar los contornos de un futuro mejor.
Nosotros, cuidadores y diputados de los pueblos europeos, nos debemos a nuestros compañeros y a nuestros conciudadanos antes que a los discursos grandilocuentes; a nosotros nos corresponde el dar vida concreta a la solidaridad y a la cooperación sanitaria necesarias para su justa protección otorgándoles un nuevo lugar y una nueva visibilidad en el Parlamento europeo.
Nuestras cuidadoras y cuidadores son el rostro de esta Europa que renace. De nosotros depende el darle cuerpo.
Zacharopoulou Xrisoula, Francia, RE
Arłukowicz, Bartosz, Polonia, PPE
Bartolo, Pietro, Italia, S&D
Bauzá Díaz, José Ramón, España, RE
Borzan, Biljana, Croacia, S&D
Bușoi, Cristian-Silviu, Rumanía, PPE
Cerdas, Sara, Portugal, S&D
Cseh, Katalin, Hungría, RE
De Sutter, Petra, Bélgica, Greens/EFA
Geuking, Helmut, Alemania, ECR
Kybouropoulos, Stelios, Grecia, PPE
Liese, Peter, Alemania, PPE
Olekas, Juozas, Lituania, S&D
Paulus, Jutta, Alemania, Greens/EFA
Pelletier, Anne-Sophie, Francia, GUE
Pizarro, Manuel, Portugal, S&D
Riquet, Dominique, Francia, RE
Junkevičeneé, Rasa, Lituanie, PPE