Tribuna Abierta

Bioética e identidad de la escuela católica

Hoy, que tanto se habla se la cultura del encuentro, de tender puentes y de buscar consensos, la instrucción de la Congregación para la Educación Católica nos recuerda que no podemos construir una auténtica cultura del diálogo si no tenemos identidad

José Ramón Amor Pan

Hace un mes la Congregación para la Educación Católica publicó una instrucción que aborda la necesidad de una mayor conciencia y coherencia de la identidad de las instituciones educativas católicas. Hoy, que tanto se habla se la cultura del encuentro, de tender puentes y de buscar consensos, el documento nos recuerda que no podemos construir una auténtica cultura del diálogo si no tenemos identidad.

En nuestro caso se trata de la referencia a la concepción cristiana de la realidad. Una identidad que, como señala la instrucción, debe ser mostrada y demostrada, es decir, debe hacerse visible, susceptible de ser encontrada, y debe ser actitud consciente. Forma parte de esta identidad afirmar y proponer el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término, la justicia en la distribución de recursos sanitarios, la no discriminación de quien está en una situación de mayor fragilidad y vulnerabilidad.

Este anuncio es urgente: opciones que antes eran rechazadas por un sentido moral compartido, llegan a ser socialmente respetables y propuestas como lo que realmente debe ser (aborto, eutanasia, ideología de género). Súmese a esto una pluralidad de nuevos desarrollos científicos y tecnológicos (inteligencia artificial, edición genética), la expansión de la ética utilitarista y del transhumanismo para comprender que la situación es dramática. ¿Tienen las comunidades eclesiales hoy en día una visión y dan un testimonio que esté a la altura de esta emergencia de la época presente?, pregunta el Papa Francisco. Hace 27 años, Juan Pablo II , recordaba que el Evangelio de la vida está en el centro mismo del mensaje de Jesús y nos lanzaba una «apremiante invitación para que, juntos, podamos ofrecer a este mundo nuestro nuevos signos de esperanza, trabajando para que aumenten la justicia y la solidaridad y se afiance una nueva cultura de la vida humana, para la edificación de una auténtica civilización de la verdad y del amor».

Ante esta «metamorfosis no sólo cultural sino también antropológica que genera nuevos lenguajes y descarta, sin discernimiento, los paradigmas que la historia nos ha dado», la instrucción subraya que las escuelas católicas han de contribuir de manera decidida a construir una cultura del cuidado.

Esta es la hora de la Bioética . Esto exige de la escuela católica una apuesta decidida por esta disciplina, que ha de formar parte de esa sólida formación permanente que debe ofrecerse (y exigirse) a su profesorado. Como también obliga a desarrollar acciones formativas hacia fuera del propio centro, buscando sinergias y complicidades con otras entidades, eclesiales y no eclesiales.

La escuela católica exige educadores competentes, convencidos y coherentes. Esto implica centrarse en la renovación y la puesta al día de las metodologías y pedagogías; obliga también a avanzar con paso firme en la formación espiritual, religiosa y ética de quienes trabajan en la escuela católica. No podemos obviar esta responsabilidad en este momento de encrucijada histórica, de cambio de época.

José Ramón Amor Pan es coordinador del Observatorio de Bioética y Ciencia Fundación Pablo VI

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