José María Alonso Puig - Tribuna abierta
Justicia social y abogacía: una mirada desde las instituciones
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En la filosofía clásica se aludía a la justicia como una virtud cardinal. Así, lo que es beneficioso para otros constituía, más que un atributo de excelencia, una necesidad. Ciertamente, sin fortaleza de propósito difícilmente se alcanza ningún objetivo en la vida, por eso hay que poner empeño en las cosas. En esta dinámica, aún con sus evidentes denominadores comunes, no es lo mismo la condición individual de mujer y hombre justos que la dimensión colectiva, esa que se puede y debe proyectar desde las distintas instituciones.
Transponiendo al ámbito institucional algunas líneas que apuntara la Encíclica Sollicitudo rei socialis (1987) podemos enlazar el concepto de compromiso para la justicia con las funciones y circunstancias de cada uno. A tal efecto, los Colegios de la Abogacía desempeñan un rol esencial en el desarrollo de la justicia social: organizamos la profesión de defensa de toda la panoplia social, lo que abarca indudablemente la protección jurídica de los más débiles.
Indudablemente, porque existen injusticias sociales se debe predicar la valía y reivindicación de su anverso, la justicia social. La vinculación de la justicia con el imperio del Ordenamiento Jurídico, esto es, las reglas que regulan la convivencia, constituye el pilar del derecho de defensa. Cuando abogamos por la justicia, clamamos por algo más que el mero interés de parte aplicado al caso concreto; de ahí el rol prioritario de la profesión de los defensores como coadyuvantes a la realización de lo justo.
En un mundo donde las emociones frívolas y los pálpitos inopinados emitidos en redes sociales desbancan el raciocinio y el análisis, adquiere vigencia un recordatorio en el calendario que nos resuene por qué y para qué la ONU tiene establecido el 20 de febrero como Día Mundial de la Justicia Social. Se trata de proyectar el principio de convivencia pacífica y próspera, conceptos anudados a la dignidad y desarrollo humano, para que remueva pasividades y esas miradas bizcas al ombligo propio. Se nos exhorta a todos, incluyendo a las instituciones, a velar para que los principios no sean quiméricos. No puede cundir el desánimo al socaire que la desigualdad es propia de la condición humana. No se trata de eso, argumento rebatible con la potenciación de la igualdad de oportunidades; equidad, al fin y al cabo.
Parafraseando a Dante, como ocurriera en el frontispicio de ese lugar donde se castiga a los indiferentes, en vez de perder toda esperanza, debemos hacer que ésta perviva para todos aquellos que entren en la concienciación. El papel de las instituciones de recuperar para la causa social a esos indiferentes se torna crucial. Bienvenido sea un hito en el calendario. Feliz día de la Justicia social.
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José María Alonso Puig es decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid