Enfoque
Trasbordo en Chernobil
Campaña turística de Castilla-La Mancha en Madrid
Le ha pasado a Emiliano García-Page lo que a los Kraftwerk. La banda alemana cambió la letra e invirtió el sentido de «Radioactivity» tras el desastre de Chernobil, gota que colmó el reactor de su complacencia atómica para hacer de esta vieja canción, escrita ... en 1975, un alegato contra las plantas nucleares. Un mantra-estribillo -«Chernobil, Harrisburg, Sellafield, Hiroshima»- alerta desde entonces del riesgo de catástrofe, con sucesivas actualizaciones geográficas como la que en 2011 introdujo Fukushima en sustitución de Hiroshima. El mensaje permanece, pero la consonancia obliga: como hay distritos madrileños que riman con Sellafield y Chernobil, es cosa de esperar a que el grupo de Düsseldorf regenere su himno atómico con un Castilla-La Mancha Mix. Se le ponen a uno los pelos como escarpias de pensarlo -«Chernobil, Harrisburg, Chamberí, Fukushima»-, con Díaz Ayuso en el papel de madame Curie.
Si Kraftwerk tardó quince años en alterar la letra de su «Radioactivity», a García-Page le han bastado unas semanas para pasar de invitar a los madrileños a visitar su región a considerarlos agentes contaminantes, transmisores de la radiación que detectan sus sofisticados sensores y sus mediciones perimetrales. Solo en empapelar la estación de Sol del Metro de Madrid con sus cantos turísticos de sirena -«Tus vacaciones nunca han estado tan cerca»-, el Gobierno de García-Page gastó a mediados de agosto unos 70.000 euros. El contrato vence en febrero, y nadie descarta que hasta entonces el eslogan vaya sufriendo modificaciones, como la canción de los Kraftwerk, en función del dinamismo de la pandemia y el alcance de la radiación. Lo próximo puede ser un «quédate en casa y mándanos el dinero por Bizum».
Si alguna vez hubo un quinto beatle, Emiliano García-Page se ha ganado a pulso el título de quinto kraftwerk. No hay quinto malo. Un chispazo, una explosión, un tsunami, una lluvia ácida, una bomba radiactiva vírica, qué sabe nadie... El mundo y las conciencias pueden cambiar en un momento, y en eso el presidente de Castilla-La Mancha es una autoridad. Se adorna con sus coplas antisanchistas mientras humilla y se somete al villano de su romance de valentía; españolea a todo lo que da, pero divisa fronteras; nos invita al veraneo y luego se queja del ruido de la verbena. Muy humano, Page solo quería dinero. Haber empezado por ahí, como hizo Artur Mas para señalar enemigos a los que echar la culpa y ponerse el uniforme aislante de liquidador. Como las vacaciones, el nacionalismo de nube y boina tóxica nunca había estado tan cerca.
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