Sánchez calienta en la banda y sale
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Incluso la borrasca Filomena –«hemos tenido unos meses muy malos»– sacó de paseo el presidente del Gobierno para echarle la culpa al empedrado. La contumaz sequía del franquismo es hoy una nevada de las de trineo y remonte. Por lo demás, la España sanchista es un edén. En Madrid hay podredumbre, qué le vamos a hacer, pero el resto de la nación compensa el desmadre. Pedro Sánchez vuelve a encarnar todos los males del Gobierno que dirige: ocultación, manipulación, evasión y propaganda. El nuevo mitin presidencial coincide con la precampaña madrileña y se materializa en un sermón de corte mesiánico y profético, con fechas y porcentajes, y no a la buena de Dios, sostenido sobre una campaña de vacunación que –dice el jefe del Ejecutivo– «es la principal ocupación del Gobierno». Bueno es saberlo para quienes estaban distraídos.
Pedro Sánchez reaparece como redentor de su Estado compuesto en vísperas del decaimiento de un estado de alarma que desde el pasado otoño le ha permitido marcar una kilométrica distancia social, sin visitar un solo hospital ni salpicarse con el oleaje pandémico, respecto a todo lo que oliera a Covid, responsabilidad exclusiva de la autoridad delegada. Era hora de salir. No a dar explicaciones sobre la crisis, de la que tienen la culpa Filomena y una cuarta ola relacionada –señaló– con la relajación de las medidas y los desmadres, sino sobre la hoja de ruta hacia la salvación, fenómeno más provechoso y rentable. Desde que se cronificó la pandemia, el presidente del Gobierno ha ido dosificando sus apariciones para que los mecanismos mentales del público relacionasen su imagen con cualquier síntoma de mejoría. Era hora de salir. Llevaba calentando desde hace meses y, por poderes, se la juega estos días frente a Díaz Ayuso. No quiere confrontar, ni polemizar, asegura el detector de podredumbres regionales. Solo busca agradecimientos.