Fin de fiesta
La respuesta de Irene Montero a la desautorización de las marchas del 8-M en Madrid confirma que el delegado del Gobierno va por buen camino al prohibir el festival. Confusa, como de costumbre, la titular de Igualdad denuncia la «criminalización» de un movimiento feminista que antes de que Franco lo dejara en evidencia -un año ha tenido para pensárselo, tía- debió mostrar algo de civismo y renunciar a su contagioso pasacalles ideológico.