MIRADAS SOBRE LA EPIDEMIA
La inoportunidad de unos nuevos Pactos de la Moncloa
El director del Departamento de Economía Internacional y de España de la Universidad de Granada escribe en ABC: «Lo que de verdad necesita este país es un gobierno fuerte»
En el otoño de 1977 se firmaron los Pactos de la Moncloa , unos acuerdos en los que participaron las principales fuerzas políticas del arco parlamentario español, junto a los agentes económicos y sociales más representativos de nuestro país. Aquellos Pactos contenían un conjunto de iniciativas económicas de enorme trascendencia , agrupadas en dos categorías: un amplio paquete de medidas de choque, con efectos a corto plazo sobre los principales desequilibrios macroeconomicos que se observaban entonces; y un programa de reformas estructurales muy ambicioso, que tendría que perfilarse en los meses siguientes, con efectos a medio y largo plazo sobre el funcionamiento de nuestras instituciones y nuestra estructura productiva.
Aunque la dimensión económica de los Pactos tuvo un peso fundamental en todo el proceso, sin embargo, las motivaciones políticas fueron, sin duda, las que impulsaron e hicieron posible ese gran acuerdo nacional. En plena transición hacia la democracia y sumidos en una de las crisis económicas más profundas que sufrió la España del siglo XX, los partidos políticos y los agentes económicos y sociales de nuestro país se enfrentaban al reto histórico de consensuar un marco constitucional que nos permitiera salir del aislamiento al que habíamos estado sometidos durante 40 años, así como recuperar nuestra posición en el mundo occidental, incluyendo, naturalmente, nuestra incorporación a lo que entonces llamábamos Comunidad Económica Europea. Las Cortes Constituyentes se habían elegido en junio de 1977 y durante aquellos meses habían trabajado en un clima de desorden institucional y bajo una inseguridad pública tan elevada, que el ambiente podría calificarse, prácticamente, de prerrevolucionario. Las movilizaciones ciudadanas y las huelgas se sucedían, la banda terrorista ETA provocaba muerte y destrucción casi a diario y la amenaza de una involución golpista era casi continua. Desde el punto de vista económico, el creciente desempleo, una inflación desbocada, un enorme déficit en la balanza de pagos y un desequilibrio en las cuentas públicas -que empezaba a hacerse insostenible- caracterizaban esa crítica situación. En tales circunstancias, los principales actores de aquella España de la Transición no tuvieron otra alternativa que buscar un gran acuerdo nacional, so pena de fracasar estrepitosamente en la oportunidad histórica que se nos presentó tras la muerte de Franco.
El encargado de llenar de contenido esos Pactos e impulsar los acuerdos políticos, económicos y sociales entre todas las partes implicadas fue, ni más ni menos, que Don Enrique Fuentes Quintana , Vicepresidente Primero del primer gobierno democrático de Adolfo Suárez, Catedrático de Hacienda Pública y uno de los grandes economistas que dio la España del siglo XX. Su profunda y rigurosa formación, su amplísima experiencia en la gestión pública desde diversos puestos de máxima responsabilidad, su clarividencia y su extraordinario liderazgo, hicieron posible ese gran acuerdo nacional que fueron los Pactos de la Moncloa y, lo que es más importante, que en diciembre de 1978 se firmara la Constitución que hoy garantiza nuestros derechos y que nos ha proporcionado el periodo de libertad y prosperidad más extenso y de mayor alcance de nuestra historia.
Cuarenta y dos años más tarde, España es un país completamente diferente al de aquellos años setenta. No cabe ocultar que hoy existen desacuerdos políticos importantes en la que suele llamarse la nación más vieja de Europa, particularmente, en Cataluña y, en menor medida, en el País Vasco, pero afortunadamente hoy no tenemos que luchar por recuperar las libertades públicas e individuales, porque España es hoy una democracia plenamente consolidada y con unos estándares de calidad que nos sitúan entre las más profundas democracias occidentales, aunque a algunas fuerzas radicales –en absoluto mayoritarias– les cueste reconocerlo. No parece, por tanto, que en este tiempo político, sin duda difícil, existan razones de peso que justifiquen un gran acuerdo nacional como el de los Pactos de la Moncloa.
Por lo que se refiere a la terrible coyuntura sanitaria que estamos padeciendo y a las consecuencias económicas que ya empiezan a apreciarse, es cierto que en su dimensión de salud pública los efectos devastadores de esta pandemia no tienen parangón en los últimos 100 años , aunque en su dimensión económica la perspectiva es completamente diferente. La crisis económica que se avecina será, muy probablemente, la más intensa que hemos padecido desde el final de la Guerra Civil, pero su origen no está asociado a un problema de oferta o de demanda, que son los típicos desajustes que suelen motivar las crisis que periódicamente impactan en las economías de mercado, sino que este inesperado choque se asociará, fundamentalmente, con el parón de la actividad económica que ha forzado la lucha contra la pandemia . La profundidad y duración de esta crisis dependerá, sobre todo, del tiempo que tarde en controlarse la expansión del virus, pero una vez controlado, la recuperación de la actividad económica no debería demorarse mucho, al no observarse en este momento, como se ha dicho, importantes desajustes de oferta o de demanda. Además, si en 1977 estábamos solos para hacer frente a la crisis energética y política, hoy tenemos el respaldo de las instituciones comunitarias, que a través del Banco Central Europeo ya han puesto 750 mil millones de euros a disposición de los mercados de deuda para hacer frente a esta situación, y 550 mil millones a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad, del Banco Europeo de Iversiones y del recientemente proyectado Fondo de Ayuda al Desempleo (SURE), para atender prioritariamente a los países más afectados por la enfermedad. En consecuencia, desde la perspectiva económica, tampoco se observan razones de peso que justifiquen unos nuevos Pactos de la Moncloa.
Y en último lugar, por lo que se refiere al liderazgo y a la competencia profesional, necesarios para impulsar ese trascendental acuerdo y perfilar sus contenidos con rigor y transparencia, no parece, a juzgar por las dramáticas cifras que arroja la enfermedad y por el caos que en estas semanas se percibe en la Administración Pública Española, que esas cualidades brillen con nitidez en ninguno de los miembros del actual Gobierno de coalición, como tampoco destacan en los principales líderes de la oposicion.
Por tanto, no está claro que este país necesite en este momento unos nuevos Pactos de la Moncloa, como tampoco que se den las condiciones adecuadas para llenarlos de contenido y desarrollarlos. Lo que de verdad necesita este país –esto sí es seguro– es un gobierno fuerte , que asuma sus responsabilidades con competencia y que gestione con transparencia, eficacia y rigor la crisis sanitaria que tanto dolor está produciendo en decenas de miles de familias españolas; en los profesionales sanitarios y de otros ámbitos de la vida pública, que están luchando contra la pandemia en primera fila y en condiciones impropias de un país que creía contar con el mejor sistema sanitario del mundo; y en toda la sociedad española, que se enfrenta a un confinamiento de duración incierta y a una crisis económica muy aguda, aunque de efectos transitorios, si se llega a abordar con inteligencia y determinación.
Proponer unos nuevos Pactos de la Moncloa en estas circunstancias solo puede pretender, en mi modesta opinión, lanzar una cortina de humo para ocultar una terrible realidad, intentar mantenerse en el poder a toda costa o, lo que es peor, aprovechar esta caótica situación para alterar un orden político, económico y social que tanto bueno ha traído a los españoles en los últimos 42 años. Y nada de eso es aceptable.
* Francisco Javier Sáez Fernández es profesor y director del Departamento de Economía Internacional y de España de la Universidad de Granada.
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