Javier Rupérez y Pedro Bofill

Una inexplicable y gratuita crisis en torno a Ceuta

El mundo en general y España en particular han sido y siguen siendo objeto de presión por parte de Marruecos para conseguir en su favor y por cualquier medio la disputa que el reino y Argelia mantienen sobre el Sahara occidental

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez junto al presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta, Juan Jesús Vivas EFE

Resulta desesperanzador, al tiempo que preocupante, el grave y gratuito incidente creado por el Reino Alauí en Ceuta, afirmación esta que realizamos basándonos en la declaración oficial realizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores marroquí al afirmar «que hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir»; refiriéndose a la atención médica prestada por España al líder del Polisario, Ibrahim Gali , para ser tratado de problemas derivados del Covid, y que para intensificar la crisis haya sido además llamada a consultas a su país la embajadora acreditada en Madrid, gesto diplomático de incomodidad bien conocido y que suele preceder a la congelación o a la ruptura de relaciones.

No se trata, pues, de una nueva «crisis migratoria», como de manera reiterativa, equivocada y torpe la califican algunos medios informativos, entre ellos TVE, sino de una acción con visos de ser premeditada y planificada para dotar de «consecuencias» a ciertos actos, torpemente cometidos por España, y que no encuentran aprobación por el reino alauita. Su enumeración es fácilmente recordable: la negativa española a reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara occidental, incluso después de que la administración americana, y ya implícitamente aceptada por la presidencia de Joe Biden.

Para aquellos que durante mucho tiempo estamos trabajando por reforzar unas relaciones amistosas y una colaboración estrecha entre España y Marruecos, nos vemos en la necesidad de reclamar la urgente reconducción de la actual crisis cuyas consecuencias son ya extremadamente negativas para un futuro entendimiento y cooperación entre los ciudadanos españoles y marroquíes y, lo que es más grave, para la imagen de Marruecos en el mundo. Será muy difícil entender para la opinión pública internacional que una atención humanitaria, por muy torpe y torticera que haya sido la actuación del Gobierno de España, haya dado como resultado una conducta por parte de las autoridades marroquíes tan desafortunada. Un inútil proceder mediante el cual hemos visto a jóvenes y niños exponer sus vidas por lo que parece, insisto parece, más una huida de sus condiciones socioeconómicas que una invasión, aunque tenga todas las características de una nueva y torpe Marcha Verde –como explicar sino que una invasión se haga con niños y jóvenes que han tenido que ser atendidos por las fuerzas y seguridad españolas e inclusive por el ejército en una auténtica labor humanitaria y ser hospedados en centros de menores–. De ser eso último, es decir un intento de ocupación, el Reino Alauí habría desafiado las fronteras no sólo de un país amigo, sino de la Unión Europea con la que tiene un tratado y trato de privilegio, aunque algunos de sus miembros; Francia concretamente, pueda vislumbrar que fortalece su posición en aquel país.

Para las personas, insistimos en ello, que desde hace mucho tiempo estamos trabajando por reforzar unas relaciones amistosas y una colaboración estrecha entre España y Marruecos hoy nos sentimos francamente decepcionados, nos sentimos frustrados, por la percepción negativa que la incomprensible permisividad, cuando menos, de las autoridades marroquíes, tiene para la sociedad española, porque este poco razonable proceder del Gobierno marroquí ha despertado la indignación en el subconsciente colectivo que tuvo otrora la Marcha Verde de 1975 para hacerse con la propiedad de un territorio entonces bajo soberanía española.

«Este poco razonable proceder del Gobierno marroquí ha despertado la indignación en el subconsciente colectivo que tuvo otrora la Marcha Verde de 1975 para hacerse con la propiedad de un territorio entonces bajo soberanía española»

Cabe recordar que el notable aumento de emigrantes magrebíes y subsaharianos en las costas de las Islas Canarias hace pocas semanas, y con independencia de la situación de necesidad que les impulsara a emprender tan peligroso viaje, viene a reforzar las tesis de una táctica similar a la acontecida en Ceuta: un aviso para españoles incómodos de los crecidos súbditos del soberano alauita. Como recordar cabe asimismo que también recientemente portavoces autorizados del 'majzen' cherifiano, el núcleo de poder que rodea al sultán, recordó que Ceuta y Melilla continuaban siendo piezas reclamables y reivindicadas para la soberanía marroquí, que la administración del vecino del sur pretende sistemáticamente obtener la soberanía sobre aguas territoriales canarias y que no pierde ocasión para organizar maniobras navales con fuerzas americanas en las vecindades de las Islas afortunadas, de tan antigua soberanía española como lo son las ciudades de Ceuta y Melilla. Lo anterior supone una transgresión del estatus quo mantenido hasta el momento, lo que nos hace temer que se haga como una actuación premeditada por la debilidad y la torpeza reiteradamente mostrada por el gobierno de Sánchez desacreditado por la presencia de Podemos, que hasta ahora se ha mostrado incapaz de articular una política coherente y consistente para hacer frente a los problemas domésticos y por ello gravemente aquejado de la misma fragilidad en sus relaciones internacionales. ¿Sería necesario recordar que en el mes de mayo de 2021 el jefe del ejecutivo USA, llegado a la Casa Blanca en enero de este mismo año, no ha tenido tiempo para extender siquiera un breve saludo al jefe del ejecutivo español, con el que acaba de prorrogar tácitamente uno de los más antiguos convenios para la defensa mutua que los Estados Unidos mantienen con un aliado de la OTAN? Esta, hay que anotarlo, pues esta ridícula segunda Marcha Verde dirigida a obtener por la fuerza de la movilización de masas los objetivos que el Reino Alauí estima imprescriptibles y fundamentalmente residenciados en el reconocimiento de su soberanía sobre el Sahara Occidental. Y no son pocos los que ahora, como entonces, apuntan al apoyo que Washington ha prestado y sigue prestando a las pretensiones marroquíes. Kissinger en 1975, Blinken ahora.

No es esta la primera ni la segunda vez que Marruecos intenta comprobar la capacidad de reacción española ante sus exigencias territoriales. Si bien se recuerda, no otra cosa fue el incidente del peñón del Perejil , en 2002, cuando gendarmes marroquíes intentaron ocupar en nombre de Rabat el pequeño islote de soberanía disputada entre España y Marruecos. El gobierno español presidido por José María Aznar actuó contundentemente para impedir la maniobra marroquí, cuyas fuerzas se vieron forzados a retirarse no sin que antes los Estados Unidos de América, entonces bajo la presidencia de George W. Bush, intervinieran para frustrar el ilegal intento alauita. Eran momentos en que los jefes de los ejecutivos en Madrid y en Washington sí se hablaban.

El mundo en general y España en particular han sido y siguen siendo objeto de presión por parte de Marruecos para conseguir en su favor y por cualquier medio la disputa que el reino y Argelia mantienen sobre el Sahara occidental. Y que frente a la política de hechos consumados sistemáticamente mantenida por Marruecos, y por cierto no sin habilidad, se ha encontrado con dos mostrencos obstáculos. Uno, las resoluciones de las Naciones Unidas que antes pedían sistemáticamente la realización de un referéndum entre las poblaciones del territorio para decidir si su futuro debía estar en el reino o en la independencia. Y, además, el Polisario, entidad creada y crecida al amparo argelino y permanente portavoz de la autodeterminación del espacio, bajo cuya bandera, por cierto, malviven en la localidad de Tinduf una población de no más de 150.000 habitantes sometidos a todo tipo de despropósitos políticos y humanitarios.

Bien es cierto que la ONU es ahora menos insistente sobre el referéndum y más precisa sobre la necesidad de alcanzar un acuerdo entre las partes que pueda ser ratificado por el derecho internacional. Y no lo es menos que el Polisario, solo significativo cuando en los albores de la Transicion española hacia la democracia se dedicaba a secuestrar pescadores canarios que faenaban en las costas del disputado territorio, hoy solo sirve para buscar amparo médico para su máximo dirigente. La prepotencia marroquí del momento, claramente alentada por la desvergonzada decisión de Trump de reconocer lo que la comunidad internacional no acepta y al aire de la sumisión a los intereses israelíes, ha venido a cortocircuitar cualquier arreglo razonable que el tema hubiera podido tener en los tiempos inmediatos. Incluso teniendo en cuenta una parte fundamental de las reclamaciones alauitas.

«España no puede ni debe reconocer la soberanía marroquí en el Sahara si antes no media una decisión adoptada por el Consejo de Seguridad de la ONU»

España no puede ni debe reconocer la soberanía marroquí en el Sahara si antes no media una decisión adoptada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Por tanto, España debería trabajar para encontrar una solución permanente acorde con los intereses de las partes que permitiera, además, encontrar una solución humanitaria con los saharauis hacinados en Tinduf durante décadas. España no debe olvidar la realidad que Marruecos ha creado sobre el territorio, que ya incluye a una buena parte de la ciudadanía de origen saharaui, sin incluir entre sus demandas la de una independencia para el territorio, sin viabilidad ni sentido. Pero al mismo tiempo España, utilizando todas sus capacidades al efecto, sin olvidar las militares, debe marcar ante Marruecos la existencia de unas inviolables lineas rojas: Ceuta y Melilla, las islas Canarias y sus aguas territoriales. Sin olvidar su interés para contar en la costa del territorio con una propiedad portuaria, probablemente en el denominado Santa Cruz de la Mar Pequeña, para proceder al cuidado de sus intereses pesqueros y comerciales.

Desgraciadamente el apresuramiento marroquí, sin duda alentada por la incomprensible complicidad americana de los Trump y Biden, ha retrasado, si no tornado imposible, este moderado acercamiento a una realidad compleja. No hay español en sus cabales que hoy pueda contemplar sin horror el reconocimiento de la presencia alauita en el Sahara sin que previamente medie un acuerdo entre las partes en conflicto. Como hoy no hay español en sus cabales que no haya contemplado con justificado horror la 'invasión' de los marroquíes en una tierra extranjera.

En cualquier caso, aquellos que estamos convencidos de que es urgente recuperar la confianza y buena vecindad de las dos naciones ribereñas del estrecho de Gibraltar, seguiremos poniendo nuestros esfuerzos, trabajo y abogando firmemente para lograr esos objetivos, para lo cual reclamamos apremiantemente una reunión de alto nivel entre los dos países para instaurar un clima de relaciones leales basadas en los principios de amistad y respeto a las normas de derecho internacional.

* Javier Rupérez es Embajador de España

* Pedro Bofill es Presidente del Club amigos de Marruecos en España

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