Miradas sobre la epidemia

Por favor, trátenlos como a perros (a los niños)

Han sido castigados a no poder salir de sus casas, por un mejor fin que es la salud pública

EFE

Isabel Gozalo

Héroe es la persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor, según la R.A.E. Esta es la pandemia de los héroes. Y hay unos que son más pequeños, menos visibles, siquiera en las ventanas y balcones cuando salen a aplaudir. Han sido castigados a no poder salir de sus casas, por un mejor fin que es la salud pública. No pretende esta reflexión ser un canto a la insurrección ni a la desobediencia. Ni mucho menos. Son tiempos de acatar lo que digan las autoridades por el bien común. Así se lo hemos explicado a los niños y así ellos lo han asumido, con mucho valor: hay que quedarse en casa para vencer al virus. Hoy en día la mayoría de los niños opinan mucho (demasiado), tienen criterio propio (o eso creen) y los adultos nos vemos a menudo en la tesitura de dar demasiadas explicaciones. Es la educación que se ha fraguado en los últimos tiempos, tiene sus inconvenientes.

Desde el día 11 de marzo lidiamos con esta situación: dibujos, canciones, aplausos, deberes on line, oferta ingente de películas, juegos, retos, olimpiadas, trucos de magia. Hazañas extraordinarias.

El confinamiento facilita mucho la comunicación o, mejor dicho, dificulta evitar que los niños se enteren de cosas que no queremos que oigan. Ellos intuyen la tragedia, nos ven preocupados, escuchan las cifras, aunque no queramos, se enteran de casi todo. Y desde luego, saben que vivimos en un mundo en que las mascotas a veces tienen mejor trato que muchos seres humanos.

La frivolidad, la irreflexión y la estupidez humana nos hacen vivir en una civilización que protege a los animales incluso a veces por encima de las personas. Durante mucho tiempo se podía ver en los autobuses un tiernoanuncio de crematorios para mascotas, con unos eslóganes sobre la despedida de un ser querido que hoy, más que nunca, resultan obscenos.

Quienes hemos tenido perro toda la vida sabemos que son seres maravillosos, con una percepción extraordinaria de los sentimientos de los humanos, especialmente si son sus dueños. Pero incluso aunque no lo sean. Los perros saben cuando uno está triste, preocupado, contento, son leales, se alegran cuando nos ven y cuando les acariciamos y jugamos con ellos.Por cierto, son especialmente atentos con los niños.

El mejor amigo del hombre no ha sido confinado. No hay más remedio que sacarlos a hacer sus necesidades. Me parece bien. Que salgan los perros, faltaría más. Pero los niños también.

No hay razón para que ese gran grupo de escolares y bebés no puedan recibir el mismo tratamiento. Teniendo en cuenta, además, que sus excrementos no tienen que ser recogidos, sino que sólo se trata de pasear y tomar un poco el aire.

Lo pedimos para quienes son el futuro de este país, las generaciones venideras, nuestros hijos, hombres y mujeres que van a tener que trabajar duro para restañar los platos rotos de esta bestial pandemia y que no merecen ahora este castigo cruel de estar encerrados en casa. Porque no se justifica. Y vivimos tiempos de explicaciones.

A mi padre le tocó respondernos a sus hijos a una pregunta ancestral y mucho más fácil: “Papá, ¿por qué somos del Atleti?”. Pan comido comparado con la pregunta que mi hijo de seis años me ha hecho estos días: “¿Por qué no me tratan como a un perro?”. “¡Guau!”, es todo lo que se me ocurre responderle.

Y sonreír por su ocurrencia. Con la esperanza puesta en su futuro, un futuro en que los seres humanos, tengan la edad que tengan, sean tratados como merecen y de acuerdo con su dignidad, que es mucho mayor que la de una mascota.

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