Editorial ABC
Irresponsable dejación de funciones
La última semana de julio se produjo un exceso de mortalidad de casi 1.500 fallecidos. A Sánchez no le importó y se fue de vacaciones. Las cifras del INE vuelven a sacar los colores al Gobierno en la mentira más hiriente de esta crisis
Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística señalan un exceso de mortalidad en España que supera las 50.000 personas. Sensatamente cabe achacar esos fallecimientos a la pandemia, no a una oleada de ataques al corazón o de accidentes de tráfico, como sugirió Fernando Simón en una de las más humillantes tomaduras de pelo que se recuerda últimamente en La Moncloa. Son casi el doble de las víctimas del coronavirus que reconoce oficialmente el Gobierno de España. Se trata esta de la falsedad más hiriente de todas las que ha venido acumulando el Ejecutivo de Pedro Sánchez a lo largo de estos seis meses, los más graves que el país haya vivido en muchas décadas y a la vez los más inquietantes, pues el futuro próximo presenta tantas incertidumbres que no hace fácil el acudir a la esperanza. Como hoy informamos en páginas de España, la última semana de julio la mencionada estadística del INE reflejó casi 1.500 fallecidos más que la media de óbitos ocurridos en otros años por esas fechas. Sánchez, por tanto, se fue de vacaciones con la mortalidad disparada y cuando comenzaban a producirse los rebrotes que, menos de un mes después, han convertido a España en el país europeo donde más han progresado los contagios. En los tres últimos días, más de 10.000 en toda España. El líder del PSOE entendió que su misión en la pandemia terminó con el final del estado de alarma y desde ese momento se entregó a una enorme operación de autobombo que causa sonrojo y que incluyó el vanagloriarse de que su gestión había salvado la vida a 450.000 españoles. Resulta casi una indecencia moral que entonces sacara pecho de tan birriosa gestión, pero el sanchismo es en sí mismo una gigantesca operación de engaño donde la realidad, España y los españoles están siempre en un segundo plano frente al hedonismo político de Sánchez.
Su regreso oficial de las vacaciones, el pasado martes, confirmó que la estrategia de lavarse las manos y dejar todo en manos de las comunidades autónomas sigue en pie, irresponsablemente en pie, de tal forma que su único cometido, en lo referente a la pandemia, es la propaganda. Esta semana ha organizado un acto con empresarios y representantes de la sociedad civil, una de esas performances que suele montar para aparentar que España tiene un líder que concita el apoyo mayoritario de los ciudadanos y que en realidad esconden un complejo, esa especie de providencialismo cateto con el que trata de engañar a los españoles sobre su altura como estadista. No es nada nuevo, es una seña de identidad del sanchismo, como quedó claro en el acto de autobombo que se organizó solo cien días después de llegar a La Moncloa. Sánchez nunca empezará a ser creíble mientras no deje ya la fanfarria y reconozca la dimensión de la tragedia.