Mayte Alcaraz
Imaginen...
Si Ignacio fuera británico y el inexplicable hermetismo fuera español, arde el Gobierno
Imaginen por un momento que Ignacio Echeverría, el pobre muchacho asesinado por Daesh cuando defendía a otro ciudadano inocente que estaba siendo atacado por los terroristas el pasado sábado en el puente de Londres, tuviera nombre británico y su familia pelirroja hubiera estado cinco días, minuto tras minuto, sin saber ni media palabra de su paradero y estado.
Imaginen que ese ataque asesino se hubiera producido en la Castellana, en Madrid, y el Foreign Office de la señora May hubiera mandado horas después de la desaparición la huella dactilar del muchacho galés para que ese país atrasado del sur de Europa llamado España tuviera a bien cotejar su identidad.
Imaginen que, para facilitar los análisis, el 10 de Down Street hubiera enviado además el ADN de la familia como método infalible para despejar definitivamente la incógnita.
Imaginen que, desesperados, los parientes del chico, un héroe para las Brexit Islands, hubieran embarcado en un avión urgentemente con destino a Madrid para tener información de primera mano sobre el estado de su allegado.
Imaginen que esos desolados padres hubieran deambulado de hospital en hospital, en esa sanidad pública tan denostada por los propios españoles pero tan envidiada por los ingleses, sin la ayuda ni la cobertura del Estado español, empeñado en un inexplicable hermetismo informativo.
Imaginen que el ministro de Interior inglés, el sucesor de la primera ministra May, hubiera exigido, ceñudo, a las autoridades españolas mayor rapidez en las gestiones tras conocer que ¡cinco días después de la desaparición! todavía se iban a tomar un día o incluso dos para ofrecer datos oficiales.
Imaginen que ese mismo conspicuo ministro perdiendo la flema que caracteriza a su pueblo hubiera tildado de "inhumano" el calvario infligido a la familia y ni pío hubiera contestado el ministro español, impermeable a la desazón de los padres.
Imaginen la reacción de la mayor parte de los medios de comunicación y de la sociedad de ese "pig" europeo, empalizando a su gobierno por no estar a la altura con otra nación europea.
Imaginen las manifestaciones en las calles y los dúplex de los líderes de la oposición, pinganillo en oreja desde el Congreso con las televisiones al rojo vivo, acribillando al presidente español por su incapacidad de dar respuesta a una crisis ocasionada por un tercermundista sistema que olvida a las personas y solo sale al rescate de las elites y los oligarcas.
Imaginen que la familia británica, una vez conocida la muerte del querido hijo y hermano, tomara la decisión de comunicarlo en las redes sociales ante la inoperancia de ese país de indolentes y corruptos del que solo vale la pena el sol y la tortilla de patata. Es decir, España.
Imaginen...