Editorial ABC
Iglesias incendia el Gobierno
Iglesias se propuso destruir España, y lo está haciendo. Pero Sánchez es el verdadero culpable porque ha abandonado a los ministros del PSOE y permite a Podemos intoxicarlo todo en La Moncloa
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Hay datos objetivos en el seno del Gobierno que obligan a pensar que la descoordinación es absoluta y que no existe el más mínimo control de Pedro Sánchez sobre Pablo Iglesias. O si existe, entonces es que cada incendio resulta ser provocado y que las llamas se extienden por expreso deseo de Sánchez de mantener permanentemente desautorizados a los ministros socialistas de la coalición. Es inexplicable que cuando una ministra con peso en el Ejecutivo como Margarita Robles recuerda que Sánchez es el presidente, e Iglesias solo un subalterno que debe adaptarse, la réplica le llegue de forma despreciativa de una mera secretaria de Estado de Podemos, Ione Belarra, cuyo mayor mérito político ha consistido en ejercer de comparsa de Iglesias llevándole carpetas de un lado a otro del Congreso. Los ministros del PSOE no son solo boicoteados por fuego amigo, sino ninguneados por Sánchez, que ahora sí, ya se siente cómodo sin necesidad de defender a su propio gabinete. Un partido antisistema que gobierna en coalición, con unos ministros contra otros, hace daño. Pero un presidente que ni siquiera sabe cómo ejercer de árbitro para imponer su autoridad hace mucho daño, porque el efecto colateral de esta implosión en La Moncloa es la ciudadanía.
Sánchez es consciente de que hay ministros que apenas se hablan entre sí. En conversaciones privadas, la inmensa mayoría de los socialistas despotrican contra los de Podemos, y viceversa. Sin embargo, el presidente mantiene intacta su agenda de giras propagandísticas presentando baterías de medidas inservibles contra la recesión, mientras Canarias agoniza superada por la inmigración, mientras miles de comerciantes cierran, o mientras el régimen de libertades se estrecha por días. El Gobierno está fracturado. Podemos pacta con ERC y Bildu enmiendas para prohibir los desahucios a espaldas de ministros «económicos» que se enteran por la prensa. Después, Iglesias reclama un referéndum para el Sahara y tensa las relaciones con Marruecos. Más tarde, desafía la política de igualdad con normas caprichosas sin cabida jurídica en nuestro ordenamiento. Y ahora vincula a Margarita Robles con el PP y Vox. Y Sánchez calla. No controla a su Gobierno ni una milésima parte de lo que controla a su partido silenciando la crítica.
Hoy, todos los ministros son marionetas en manos de Iglesias, que utiliza la prerrogativa de la dependencia total de Sánchez para ridiculizar a medio gabinete. En diez meses de pandemia, Iglesias solo se ha reunido una vez para abordar el drama de las residencias de ancianos. Sin embargo, invade competencias de ministerios ajenos para imponerse y exhibir su desdén por el PSOE. También tiene a varios diputados a las puertas de una imputación del Tribunal Supremo y ha sido el muñidor de un acuerdo con Bildu que Sánchez ha tratado de justificar indignamente ante su militancia. Más aún, Iglesias dinamita la estrategia de acercamiento de Ciudadanos al PSOE o la renovación del poder judicial, al tiempo que impulsa la mayor vulneración de derechos conocida en España.
Aun así, es un error poner el foco en Podemos y no en Sánchez. Iglesias no miente: se ha propuesto destruir España. Pero Sánchez es el auténtico culpable de que Podemos lo manipule e intoxique todo. Ante esta tesitura, solo cabe preguntar, como ABC hizo días atrás a los barones socialistas, por qué permanecen en este Gobierno ministros con trayectoria política, prestigio profesional y capacidades y méritos sobrados, sometidos a los insultos de Iglesias y humillados por Sánchez. La respuesta solo la tienen ellos. Después, que no se quejen.