Editorial ABC
Iberoamérica, en descomposición
Una razón de que no haya estabilidad en Iberoamérica ha sido la ausencia de una voluntad integradora desde el mismo momento de su emancipación

Venezuela. Incluso la crisis económica en Occidente había facilitado la fortaleza de las economías basadas en los recursos primarios de lo que, en algunos casos, se consideraban países emergentes. Lejos de avanzar en una sola dirección, la vida política y económica de los países iberoamericanos discurre otra vez como una montaña rusa, en la que incluso el modelo chileno, ejemplo de estabilidad y prosperidad, ha entrado en crisis. Hasta la caída de un régimen populista e indigenista -es decir, racista- en Bolivia se hace con violencia y destrucción. Y en Argentina, después de la primera transición de poder pacífica en muchos años, ha resultado elegido el candidato peronista, que es garantía de que las cosas irán a peor. Para colmo, frente a la descomposición de un país tan inmensamente rico como Venezuela, la única excepción de solidez es la dictadura cubana, aunque en este caso, sea obligada por la implacable represión.
La primera razón de que la estabilidad sea una característica tan difícil de cultivar en Iberoamérica ha sido la ausencia de una verdadera voluntad integradora, desde el mismo momento de su emancipación. La existencia de la Unión Europea demuestra que una asociación de países basada en los principios democráticos es la mejor fórmula para contagiar estabilidad y progreso para sus ciudadanos. La democracia como fenómeno aislado no es tan fructífera y eso lo saben muy bien en Estados Unidos, cuyo presidente prefiere levantar muros a compartir la prosperidad con su vecino del sur, gobernado ahora por un demagogo ególatra, López Obrador, que tampoco favorece la estabilidad regional.