Columnas sin fuste
Feminismo 'chuminero'
En ‘Sálvame’ se lloró siempre, pero ahora se llora con psicólogas
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Parecía haber una división de funciones en las ‘teles’ privadas: de cintura para arriba, disolvía La Sexta (federalismo y dineros); de cintura hacia abajo, Telecinco (feminismo, moral y LGTBI).
La identidad lo es todo y manda lo segundo. Con el ‘Rocío vs. Antonio David’, ‘Sálvame’ ... le está dando a la izquierda el 8-M que no pudo tener y hasta un ‘cebo’ para el reality electoral de Madrid.
Ya el año pasado, con el Covid campando, animaron a ir a la manifestación y a los pocos días, cuando el Gobierno había dado el volantazo, reñían a la gente y seguían marcialmente el ‘espíritu de los balcones’. «¡Por mi gobierno, mato!».
A ‘Sálvame’ llamó Pedro Sánchez, y el programa ha sido uno de los arietes de la propaganda, lo que no puede extrañar con una audiencia de millones de mujeres a las que repiten ahora conceptos como ‘yo sí te creo’, ‘violencia silenciosa’ o ‘revictimización’.
Los partidos del consenso ven en la mujer lo que los demócratas en el afroamericano: un voto cautivo al que administrar la liberación. Las jóvenes toman ‘conciencia’ en otros sitios, pero la mujer mayor ve mucho el ‘Sálvame’, donde se lloró siempre y ahora se llora con psicólogas.
El feminismo politiza allí el pathos de Belén Esteban, lo da a comulgar, se hace ‘chuminero’ y se desdobla en feminismo de mortero y de monedero. ¿Cuál es de Calvo? ¿Cuál es de Montero?
‘Salvame’ no es solo el único programa divertido de la tele, el único que conserva el disloque de los 90, se ha ido quedando también con el ‘corazón’ y las portadas de las revistas. El folclore pop que viene del franquismo, la herencia sentimental de Jurado o la Pantoja, es explotada por ellos con filosofía PSC. No es que hayan metido a Kiko Rivera y Rociito en nuestro salón, es que han moldeado sus vidas. Las sagas de toreros y folclóricas han acabado así en padres que no se hablan con los hijos, y en hijos que hablan mal de sus padres. Roto el vínculo, gastado el mito, ellos (¡la cúpula y la sobrecúpula!) son ahora los dueños del cortijo y del polígrafo.
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