Un «hombre de paz» no da un golpe de Estado

Oriol Junqueras sabrá en las próximas horas si queda en libertad para poder retirar su acta de diputado y defender una hipotética investidura. Junqueras apeló ante el Tribunal Supremo a su condición de hombre de «paz» amante del civismo , a su condición de cristiano y humanista, y a las virtudes del diálogo en la política, las mismas que no practicó cuando intentó dar un golpe de Estado. Nada dijo de renunciar a la vía unilateral e ilegal para defender la secesión, y en nada se retractó de los hechos que han permitido al fiscal acusarle de rebelión y sedición. Lógicamente, la Fiscalía mantuvo su pretensión de que permanezca en prisión porque no solo existe un «arrepentimiento» sobrevenido, sino que sus afirmaciones ante los magistrados no pronostican en absoluto que se haya conjurado el riesgo de reiteración delictiva. Ni siquiera el de fuga, dado el antecedente de Puigdemont. De hecho, dirigentes de su partido sostuvieron ayer a las puertas del Alto Tribunal que Junqueras está llamado a ser el presidente de la «república» catalana. No existió ningún compromiso expreso de acatamiento de la legalidad para defender sus ideas y, por tanto, es razonable que Junqueras siga en prisión mientras no haya una rectificación expresa de los motivos que le condujeron a la cárcel. La sedición y la rebelión son dos de los delitos más graves de nuestro Código Penal , y ninguna repentina apelación al diálogo -que Junqueras siempre sustituyó por la imposición, la manipulación y el desprecio a la Constitución- debe ser un sustitutivo de la justicia en democracia. El Supremo decidirá en su día si Junqueras es o no un delincuente. Pero en ningún caso es un estadista y un benefactor de los catalanes. Muy al contrario, pretende seguir liderando un proyecto sectario y excluyente, empobrecedor de Cataluña.