Editorial ABC
Un hito por la ética en las gradas
La suspensión marca un hito en el fútbol español, donde está visto que las sanciones a los clubes no han terminado del todo con estas prácticas vejatorias
Más que justificada estuvo la suspensión del partido entre el Rayo Vallecano y el Albacete después de los intolerables y reiterados insultos de parte de la afición del equipo madrileño a uno de los jugadores del rival, el ucraniano Roman Zozulia, pese a las advertencias por la megafonía del estadio de que si seguían los denuestos el encuentro no podría continuar. No pararon y se suspendió. Y casi peor que los energúmenos que proferían los insultos -un grupo de ultraizquierda que en otras ocasiones se ha dedicado a alabar en las gradas de Vallecas a criminales condenados por la Justicia- fueron las muestras de comprensión de políticos como el populista Íñigo Errejón, que celebró las injurias en otro ejemplo de lamentable populismo.
La suspensión marca un hito en el fútbol español, donde está visto que las sanciones (fundamentalmente económicas) que propone la Comisión de Antiviolencia a los clubes no han terminado del todo con estas prácticas vejatorias, discriminatorias, racistas u homofóbicas, intolerables desde cualquier punto de vista. Y marca un hito por la unanimidad pro-suspensión de todos los protagonistas del partido de anteayer: ambos contendientes, árbitro, delegado federativo y responsable de seguridad. Cumplir a rajatabla con la normativa y hacer un uso rigorista de la tabla de sanciones que castigan estas reiteradas prácticas de exhibición del odio en las gradas, y la labor fundamental de los clubes en la identificación y expulsión de la entidad de tan asilvestrados sujetos, ayudarían notablemente a que tan bochornosa práctica quedara desterrada de los estadios. Todavía hay individuos que creen que acuden a un circo romano con el aval para pasar por encima de la honorabilidad y los derechos humanos que asisten a los protagonistas del espectáculo.