Rosa Belmonte

Hacerse respetar

Emmanuele Macron no ha hecho nada todavía, salvo pavonearse con los líderes mundiales

Rosa Belmonte

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Con Macron conviene tener la misma prevención que con Zidane. No hay que fiarse de los guapos. En noviembre del año pasado, el Real Madrid jugó un extraño y desastroso partido con el Legia de Varsovia a puerta cerrada. Allí. Con empate a tres. En su crónica del encuentro silencioso, Hughes escribió: «Los periodistas hablaban mucho para que no se oyese hablar a Zidane. No se podía desvelar el gran secreto de las indicaciones del míster, sobre cuya ignorancia se desarrolla gran parte de la literatura y misterio de una temporada». A la espera de lo que pase el sábado en Cardiff, y pese a esa ignorancia, Zidane ha conseguido la Liga. Macron, la presidencia francesa. Todavía no le ha dado tiempo a hacer nada, salvo pavonearse. Salvo hacer manazas con Trump y chulear a Putin. «En mis diálogos bilaterales no dejaré pasar nada, así se hace uno respetar», dijo a «Le Journal du Dimanche». Me recuerda Macron a esas jueces jóvenes que para hacerse respetar tiran de la antipatía y la adustez. Luego algunas son como Peter Cushing en «Top Secret», que cuando se quita la lupa del ojo resulta que seguía teniéndolo grandísimo (ellas siguen siendo odiosas).

Macron recibió a Putin en Versalles. Es verdad que la visita estaba ligada al viaje de Pedro el Grande a la Corte de Versalles hace 300 años, pero sólo la Bastilla habría tenido más significado. Versalles es muy presidencial. A los Macron les faltó tiempo para pasar su primer fin de semana (el del 20 y 21 de mayo) en La Lanterne, adonde escapó Valérie Trierweiler después de la toma de la pastilla. Y ahí estaba el muchachito (la juventud contra el botox) con la intención casi infantil de leer la cartilla al ruso, como esos niños repelentes que mandan cartas a los presidentes (Chelsea Clinton sin ir más lejos, que pidió a Ronald Reagan que no fuera a un cementerio nazi). Macron cantó a Putin las cuarenta de las armas químicas en Siria o los homosexuales en Chechenia (el mismo día llegó a Francia el primer refugiado checheno homosexual). También las cuarenta de Ucrania, «Sputnik» o «Russia Today». De estos dos dijo que no eran medios de prensa sino órganos de propaganda. Más allá de eso, en «Russia Today» se pueden leer noticias como esta (ayer): «Tres mujeres raptan a un hombre en Sudáfrica, lo violan durante tres días y lo abandonan semidesnudo». Durante la campaña presidencial, Emmanuel Macron desmintió que mantuviera una relación homosexual con el presidente de Radio France. Un rumor alentando por medios directamente vinculados al Kremlin. El lunes, Macron aprovechó para devolverla. Durante la campaña había vetado tanto a Sputnik como a RT. Lo mejor es que Rusia denunció entonces que se estaba pisoteando la libertad de expresión. Rusia.

Es posible que se esté sobrevalorando a Macron. Pero estamos al principio de su mandato, el momento de hacerlo. Y tampoco es que no se haya sobrevalorado al ahora centenario Kennedy (de su sosa mujer, ni hablo). En el debate televisivo con Marine Le Pen , la líder del Frente Nacional dijo a Macron que en Francia iba a mandar una mujer. O ella o Merkel. Algunos sostienen que Macron es el paje de Merkel. Pero es ella la que mira a Macron como modelo aventajado de mandatario europeísta frente a los populistas. No sé qué habrá dicho Putin a Macron en privado. Si, como a Sarkozy en un G8 de 2007, le habrá soltado: «Si continúas hablándome en ese tono, te aplasto». Me gusta pensar que sí y que Macron, al contrario que Sarkozy, no ha acusado el golpe. Con lo que nos gusta odiar, a ver cuándo mete la pata. Él y Zidane.

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