Editorial ABC
Guiño entre populistas en Iberoamérica
Se trata de mantener el rumbo antiliberal, que es lo único que anima a esta corriente política que se llama «progresista»
El presidente electo de Argentina, el peronista Alberto Fernández, ha ido a buscar en México la simpatía del también populista Andrés Manuel López Obrador. El próximo presidente argentino enseña así, en su primera visita al exterior, cuál va a ser la orientación de su mandato. Se trata de mantener el rumbo antiliberal, que es lo único que anima a esta corriente política que se llama «progresista» pero que se empeña siempre en hacer todo lo que no conviene al progreso de los países que gobierna. Como la tiranía chavista de Venezuela está en las últimas, el país arruinado y media población en el exilio, habría sido un sarcasmo ir a Caracas a buscar apoyo y complicidad, como tantas veces hizo la que ahora será su vicepresidenta, Cristina Fernández, cuando estaba en la Casa Rosada. Tal vez la elección de México deba interpretarse en este sentido como un deseo de diferenciarse en lo posible de la corriente más radical del peronismo que representa la viuda de Néstor Kirchner y que -hay que recordarlo- no dejó a los argentinos una herencia económica mejor que la que ha dejado el presidente saliente, Mauricio Macri.
Contrasta este viaje a México con la frialdad con la que afronta Fernández las relaciones con el Brasil de Jair Bolsonaro, que en justicia hay que reconocer que tampoco ha hecho esfuerzos para remediarlo. Ese ambiente enrarecido es malo para los dos países que comparten intereses gigantescos. Y puede ser malo también para la propia Unión Europea, pendiente de la ratificación del acuerdo de libre comercio con Mercosur, que puede topar con un presidente argentino que desde el primer momento envía mensajes en la dirección equivocada.