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Gresca general
Una vez agotadas las razones, que eran pocas, han pasado a los insultos
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No ya entre rivales ideológicos, sino dentro de la misma ideología. Diría incluso con más furia, lo que advierte de la raíz religiosa de la política en España: el hereje es el peor enemigo. Ahí tienen el pulso a muerte entre Pedro Sánchez y Pablo ... Iglesias por el liderato de la izquierda, el primero rechazando al segundo del gobierno, por peligroso, mientras Rivera y Abascal se excluyen mutuamente, pese a necesitarse hasta el punto de ser imprescindibles uno al otro. Sin querer reconocerlo. Con el riesgo de beneficiar al verdadero enemigo, en la otra acera. Una vez agotados las razones, que eran pocas, han pasado a los insultos, en los que se desenvuelven mucho mejor dada la riqueza injuriosa de nuestro idioma. Sánchez y Casado aún no han entrado en esa refriega, pero sus segundos están volcados en ella. Lo de la «ultraderechita cobarde» referido a Vox de García Egea no le ha hecho ningún favor al PP, cuyo papel debería ser el de mediador entre sus dos socios-rivales. Tampoco las continuas amenazas/chantajes de Sánchez de convocar nuevas elecciones le favorece, pues su periodo de gracia se acaba y empieza a vérsele como el culpable del estancamiento que sufrimos. A fin de cuentas, es quien tiene la sartén por el mango. Por cierto: también ERC y JpC andan a la greña.
¿Pasaremos a los porrazos del grabado de Goya, que es nuestra última forma de debatir? Los primeros ya se han asentado en Murcia, en Madrid se mascan. Antes lo atribuí al componente religioso de la política en España. Pero hay algo más profundo: nuestra alergia al pacto o, visto desde el ángulo opuesto, nuestra tendencia a quererlo todo, no contentos con la parte. Algo que contradice la esencia misma de la democracia, que, como saben, consiste en elegir el mal menor, o sea, transigir, ceder para recibir, con mala fama entre nosotros. Puede deberse a la tal vez mayor de nuestras carencias: tener alterados los valores. Solemos preferir lo secundario a lo principal, no distinguimos la forma del fondo, llevándonos unos trastazos de campeonato al quererlo todo. Pero lo ideal no es de este mundo, limitado por todas partes. Ya decía Leibniz que lo mejor es el enemigo de lo bueno y tanto nuestra derecha como nuestra izquierda tienen que contentarse con lo menos malo. Tuvimos un ejemplo en la manifestación del Orgullo LGTBI. Ciudadanos tenía derecho a participar en ella como todo el mundo. Pero sabía que no era bienvenido por formar parte de un bloque donde existen sentimientos homófobos. En estos casos, lo mejor es no presentarse. Por su parte, quienes celebraban el fin de la exclusión sufrida hasta hace poco mostraron idéntica intolerancia excluyendo a quienes se unían a su fiesta. Un doble error que, de trasladarse a la política, puede traer daños mayores. Sánchez tiene que aceptar a quienes le llevaron a La Moncloa como Rivera tiene que reconocer los votos de Vox si quiere llegar a ella. Pero vaya usted a convencerles.
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