Editorial ABC
Gregorio Ordóñez, un legado traicionado
La memoria de tantas víctimas del terror clama contra la equidistancia, cuando no la complicidad, que algunos han elegido para situarse en el mismo terreno que pisan los albaceas de ETA
Veinticinco años después del asesinato de Gregorio Ordóñez a manos de ETA, la obra política de quien fue teniente de alcalde de San Sebastián sigue desafiando a la sociedad española, adormecida por una narrativa pacificadora basada en el relativismo. La interesada disociación de la banda terrorista y de sus herederos -hoy en las instituciones, en las que se han convertido en pieza clave de la arquitectura parlamentaria diseñada por el PSOE para gobernar- es el peor homenaje que podía recibir quien insistió hasta su muerte en equiparar a la entonces Herri Batasuna con la banda que lo mató a tiros en un restaurante donostiarra. Aquel hombre de paz que Rodríguez Zapatero quiso ver en Arnaldo Otegui, condenado por pertenencia a ETA, dirige hoy una formación que ha logrado dejar atrás la clandestinidad de la banda terrorista para asentarse en las instituciones y, aún más, condicionar con sus votos y abstenciones la política de un Partido Socialista que fue clave en la lucha contra el terror y que hoy no duda en asumir las infamias de ETA. Nadie en Ferraz o La Moncloa ha desautorizado a María Chivite, presidenta de Navarra con el apoyo de Bildu, por asegurar hace solo unos días que «algunos vivían mejor con ETA».
La memoria de Ordóñez, como la de tantas víctimas del terror, políticos populares y socialistas que dieron su vida en defensa de las libertades de todos, clama contra la equidistancia, cuando no la complicidad, que algunos han elegido para situarse en el mismo terreno que pisan los albaceas de ETA. No es ese el camino que trazó Ordóñez para reforzar el Estado de Derecho frente al totalitarismo, ni el legado que todo demócrata, de uno u otro partido, debería asumir como propio para servir a la sociedad en su conjunto y sacrificar un interés particular que no solo denigra a las víctimas, sino al conjunto de la democracia.