Editorial ABC
El grave error de la ministra de Exteriores
La todavía ministra dirá que si en 300 años no hemos recuperado el Peñón siguiendo la misma política, tal vez era el momento de cambiar de enfoque

El contencioso de Gibraltar es una de las más evidentes políticas de Estado para España, con un enfoque que ha permanecido invariable a través de todos los regímenes que hemos conocido en los últimos siglos. Parece mentira que la ministra de Asuntos Exteriores desconozca el valor intrínseco que tiene para cualquier país mantener esa regla con el objeto de que sus puntos de vista sean respetados, porque así se sabe que no dependen del albur de los cambios políticos. Tampoco se entiende que haga falta explicarle por qué ha sido completamente inapropiado haber decidido por su cuenta reunirse con Fabián Picardo, en un gesto que solo puede tener un significado, que es legitimar la autoridad del ministro principal sobre un territorio reclamado por España, es decir, asumir como aceptable la situación actual.
La salida del Reino Unido de la Unión Europea había creado una coyuntura inédita y extremadamente favorable para España. Este era precisamente el momento de reafirmar la doctrina que nuestra política exterior ha sostenido con determinación y paciencia durante tres siglos. Solo un ataque de obtuso adanismo, tan frecuente en esta coalición de Gobierno donde abundan los ministros con pensamiento evanescente, puede explicar que se haya cometido este gravísimo error.
La todavía ministra dirá que si en 300 años no hemos recuperado el Peñón siguiendo la misma política, tal vez era el momento de cambiar de enfoque. Tal vez. Pero para eso tenía que haberlo pactado primero con el resto de fuerzas políticas y después imaginar una alternativa de la que se pudieran esperar resultados. Porque lo que ha hecho con su inaceptable gesto ha sido precisamente dar a entender que España renuncia a recuperar este territorio.